miércoles, 6 de octubre de 2010

Diatriba de una mujer machista

Es feo ver a un hombre herido.

No me refiero a una persona herida, sino a una persona herida con bolas. Me importa un maiz no digerido flotando en el water si atisban los rasgos sexistas de mi crianza, de mi ambiente, de mi vida, de mi yo mío de mi, lo importante es que quiero decir que es feo ver a un hombre herido, sólo, vulnerable, triste, decepcionado de la vida, tratando de entender por qué.

Es común mirar mujeres heridas. Yo ya me acostumbré a detectarlas/me (y odiarlas/me) y a practicar la indiferencia sentimental, la dureza emocional y a construir de las cenizas el único ave fénix de la dignidad. Es fácil encontrarnos porque las mujeres heridas mostramos nuestra sangre y nuestro despecho, la pena que nos consume, el odio que nos destruye las tripas y nos transforma en un yo desconocido y nos vuelve seres inmerecedores de cualquier compasión.

Pero si algo es cierto y no necesariamente es una verdad absoluta, si es que la verdad está en alguna parte, es que los hombres heridos son patéticos, maldita sociedad sexista. Lo son, sépanlo, maldita sociedad sexista de nuevo. Maldita yo sexista, sí. Muéranse todos. No les tengo pena, les tengo odio.

Es feo ver a un hombre herido porque significa que el sentimiento que los invade es incontrolable y potente, imposible de ser retenido por los protocolos sociales, los patrones culturales o la vergüenza ajena. (La vergüenza ajena: el peor de los sentimientos del universo conocido). Los hombres heridos se expresan como las eyaculaciones inminentes. Vienen sí o sí. Y el que está al lado no las desea. NO.

Los hombres heridos son más fáciles de detectar en estos tiempos. Y tienen actitudes iguales a las de las mujeres heridas, pero menos toleradas (por mi). El embole que se mandan al cambiar su nick del messenger cada dos horas, su foto de perfil del Facebook, en la que primero salían solos y ahora salen borrachos, o con alguna choclona que en ese momento de incapacidad mental ellos encuentran maravillosa, y dejan mensajitos tipo "concentrándome en mis objetivos de vida", "muy feliz en Tangamandapio con ......", "voy a empezar a portarme como Robocop" o escribiendo en el muro de alguien "tu eres mi pata, mi broder", me dan ganas de vomitar. Los hombres muy heridos documentan decadentemente su pena.

Yo siento asco, tengo ganas de matarlos, de agarrarlos a patadas a dónde más les duele, tengo deseos de torturarlos, sacarles las uñas, picarles los ojos, dejarles caer una gota de agua en la frente por la eternidad hasta que se les haga un hueco en la cabeza, encadenarlos en una pared vertical del Huascarán y dejarlos morir de frío, sed, hambre o que un cóndor les saque los ojos sólo después de que el sol los haya dejado ciegos, o peor aún tengo ganas de mandarlos a un campo de concentración de China para perseguidos de la Falun Gong. Lo juro.

No se muestren heridos, porque la realidad más real de este mundo mundial es que si una mujer no te quiere, es porque no te quiere.

Y contra eso no hay NADA por hacer, ni siquiera estar triste, y nada en este mundo, lo juro, ahora y siempre por mi y por toda mi descendencia, justifica que hagas un resumen ejecutivo público y accesible al mundo (e inclusive a esa) de lo mal que la estás pasando.

Publíquese, compréndase y cúmplase en toda la Vía Láctea, seis de octubre del dos mil diez.

AMÉN.

(me he sacado el alma de encima, SALUD!)

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