martes, 14 de diciembre de 2010

Hogar, dulce pantano (1)

Cuando tenía 22 años decidí que quería vivir sola, ser independiente, enfrentar el mundo a mi manera y que me tenía que ir de la casa de mis padres. No tenía idea de lo que significaba vivir sola, completamente sola, sin nadie alrededor. No tenía idea lo que significaba ser independiente, sin extender la mano para recibir nada de nadie y sobrevivir únicamente con el sudor de mi frente aceptando día tras día la frustración de mi vocación. No sabía lo grande y malo que era el mundo porque había vivido en un pueblo donde todos se conocen o por lo menos donde todos han escuchado hablar de todos. Salirme de Piura con mis petacas para irme a Lima ha sido el inicio de la más grande aventura que continua hasta hoy. Por eso tengo ganas de escribir detalladamente sobre eso. Podría ser una serie que se llamaría "Mudanzas" o algo más creativo tal vez y haría entregas mensuales o temporadas tipo Lost y que toda una tira de huevones se queden discutiendo sobre lo que va a pasar, sin darse cuenta que ni los propios creadores saben qué va a pasar. A eso yo lo llamo manipulación de los medios, pero la rueca de huevones creen que ellos han definido los destinos de la serie. Hay cosas que no entiendo bien.

Es como cuando la gente de ciudad cree que tiene que ser la mejor, sin darse cuenta que solo tiene que ser mejor que los que tiene alrededor y no mejor que toda la gran población. Y que la realidad espacial define muy bien los niveles de mediocridad en los que uno vive. Para mi es muy fácil cuando comparo la condición humana en sus niveles animales reales. Algunos humanos que no se toman nunca el trabajo de parar un poquito, creen que piensan que tienen que ser mejores que todo el resto de humanos, sin darse cuenta que así como los venados, uno solo tiene que ser el más rápido de los venados de su grupo o por lo menos no más lento que el venado más lento de los venados del grupo, porque su depredador directo tan inteligente y tan naturalmente diseñado para la sobrevivencia como la comida que tiene alrededor, se va a alimentar primero del venado más lento. Que león dejaría escapar al venado más lento para perseguir al más rápido? Y qué gana el venado más rápido corriendo más adelante que los otros venados? La vida y la sobrevivencia son cuestiones básicas y siguen reglas inteligentes, pero nosotros los humanos que creemos que todo es más complejo de lo que parece, lo valoramos todo mal.

Los dos primeros párrafos están conectados entre si, es una autocrítica y uno tiene muchísima relación con el otro. Es una especie de declaración de principios de eficiencia. No me salió bien la conexión pero no estoy en este rato para ediciones.

Entonces un día del 2002 agarré mis chivas, me despedí y me quité. Llegué a Lima a vivir en una "pensión" a la que llamo "El Hogar de Pony". ¿Qué no has visto Candy, Candy? Pues te perdiste un montón de lecciones de taradez. Este Hogar de Pony era una casa para gente que si tenía padres pero parecía que no. Se acababan el agua caliente, licuaban jugos a las seis de la mañana, el teléfono siempre estaba ocupado, sólo se veía novelas a la noche y luego noticieros y las muchachas decían únicamente cosas como "qué bonita su blusa", "qué lindos aretes", "ese corte no le queda bien", expresando niveles arrolladoramente desaforados de interioridad. Los chicos eran precámbricos. Duré dos meses ahí, más por necesidad. Lo que me pagaban por la práctica que hacía en la empresa que quedaba a dos cuadras de la casa, me daba solo para pagar el alquiler y me quedaba una limosna para gastármela en lo que yo quisiera. La comida era la mejor de todas. ¿O sería que había comida? Aún no me decido.

Fue mientras vivía en esa pensión cuando conseguí mi primer trabajo decente. Digo decente porque de trabajos también podría escribir una saga. Como ya me podía pagar mejores cosas, me busqué un minidepa y encontré uno cerca, porque el barrio era bueno, limpio y seguro. La doña era (y seguro sigue siendo) una vieja arrugada y seca como pasa, rubia al pomo, fumadora de cigarro, de hierba y de todo lo fumable, con los dientes podridos, con dos hijos especiales como de 30 años, uno vago como de 35 y un marido también fumador. La casa quedaba en un sitio tranquilo y bonito, con parques y tiendas alrededor y con la Chama, la 41, la 73, la S, y otras combis necesarias para la supervivencia a cinco minutos caminando. El minidepa era un área separada de la casa, pero el patio interior era compartido por mi y por la familia de la vieja, aunque la vieja ni su familia saliera nunca al patio y yo tampoco, porque sólo yo lo usaría para tender la ropa durante los cinco años que me quedé. Su sala y mi cocina daban al patio común. El alquiler era pagable y por las condiciones familiares suyas no daba para cobrar más. Cualquiera con más sentido de conexión con el mundo que yo hubiera huido inmediatamente de ahí. Pero yo fui la inquilina perfecta: puntual en los pagos, capaz de cerrar la cortina y aumentar el volumen del televisor.

El patio que "compartíamos" tenía una lavandería y un árbol de limón que jamás dio un condenado limón, con mucho sol en verano y mucha humedad en invierno. Cuando ellos regaban el jardín de afuera, conectaban la manguera en el caño de la lavandería, no podían cerrar la puerta de la sala y era en esas oportunidades cuando los hijos especiales salían a la luz. Uno de los hijos de la vieja estaba obsesionado conmigo, pero yo creo que se hubiese obsesionado con cualquier mujer que hubiese tenido a la vista, porque según mis amigos loqueros, algunas personas especiales podrían tener la libido descontrolada por insatisfacción y por eso presumiblemente alta. Novio de la época llamaba a los especiales de "tísicos". Decía "los tísicos esto", "los tísicos aquello". Para diferenciarlos, a uno le decíamos tísico y al otro, tísico más tísico. Yo ni sabía que significaba tísico, ni me tomaba el trabajo de averiguarlo. A mi me sonaba la palabra perfecta, pero ahora se que no tiene nada que ver una cosa con la otra.

El tísico más tísico vivía porque respiraba, pero no hablaba, no sabía comunicarse y tenía rabietas extrañas de vez en cuando. Hacía un sonido ascendente "mmmmmmmmm" y otra vez "mmmmmmmmmm" y así se podía pasar varias horas. La vieja le hablaba y perdía la paciencia. Luego gritaba desesperada y a veces hasta lloraba. El tísico no tan tísico era una persona especial que al menos hablaba y tenía niveles aceptables de razonamiento, se comunicaba bien, no tenía rabietas, no había que capturarlo para bañarlo, ni obligarlo a comer, pero no tenía la capacidad cerebral adecuada para ser una persona autosuficiente. El hijo vago era mecánico de autos, o eso es lo que pude comprender en todos los años que viví ahí, pero nunca lo vi ir a trabajar. El viejo era jubilado. De la vieja no tengo información, tal vez ama de casa por la vida entera debido a la situación familiar. Al inicio, cuando me di cuenta donde me había metido, tuve ganas de mudarme. Después también me di cuenta que mientras ellos estuvieran en su espacio y yo en el mío no habría problema, pues el hecho de pensar en la mudanza me daba una flojera monumental. Así es como finalmente me quedé siempre.

Los primeros meses, cuando yo todavía extrañaba la casa de mis padres, me iba a Piura cada vez que podía. No me importaba viajar 13 horas el viernes y 13 horas el domingo para volver molida y a trabajar el lunes a las 8 de la mañana. Todavía todo era aventura, tenía dinero, tenía independencia, hacía lo que quería. Un lunes llego a casa después de trabajar y después de haber pasado los feriados de semana santa en las playas norteñas. Voy a la cocina y encuentro roto un vidrio de la ventana-mampara y un pantalón y un calzoncillo en el piso al lado de la ventana. La ventana de la mampara era de esas que están formadas por vidrios rectangulares paralelos sostenidos por un marco de aluminio y que se abren y cierran con una palanquita. Al rato viene la vieja a explicarme lo sucedido, disculparse y pedirme que le devuelva el pantalón y el calzoncillo del tísico más tísico. Me moría de asco de agarrar el pantalón y el calzoncillo del hijo, porque el tipo gritaba como un loco cuando lo metían a la ducha más o menos una vez al mes. Para bañarlo había que sedarlo con dosis para caballo, la casa se volvía un despelote y yo tenía que aumentar el volumen del televisor. Encontré unas seis veces un pantalón y un calzoncillo en mi cocina. Y cada vez los tuve que devolver.

Muchas cosas pasaron en ese tiempo: expulsiones de los vecinos de arriba por falta de pago a cargo de matones de veinte lucas, ya que según el viejo, no convenía llevar el caso al poder judicial porque si se hacía la denuncia había que esperar a la orden oficial de desalojo que podría tardar unos 5478 años; griteríos de la mujer celosa del otro inquilino de arriba con paliza incorporada, llanto posterior de la mujer y reconciliación con trepada bullosa a seguir; visitas de la DEMUNA por el asunto de los tísicos; grupos de oración de la vieja todos los jueves; pleitos por cuestiones políticas entre el marido de la vieja y el vecino de la casa contigua, uno Humalista y el otro Aprista, respectivamente. Osea, "Un mundo para Mariam".

Diría que en medio de todo, yo era la única sin tanta mala suerte.

En esos años que viví ahí me he puesto de 26 y no me he dado cuenta, ha pasado un montón de agua bajo el puente, muchos árboles caídos se han quedado atracados y han estado a punto de derribarme, estoy en casa muy poco, tengo que trabajar durante el día, algunas noches voy al gimnasio, luego a comer, estudio inglés o alemán, si es verano voy a la playa en el finde, si es invierno, a Cieneguilla a comer picarones y pachamanca, tengo planes, tengo mi vida bajo control, disfruto mucho de todo lo que he conseguido pero odio la esclavitud en la que vivo. Ya se que me voy a Alemania, mis vacaciones eternas están a punto de comenzar. Ya estoy preparando maletas y me dedico a limpiar, botar lo que no quiero, descansar un poco antes de hacer el Tour Perú 2007 y ya he renunciado al departamento. Pienso dónde carajo voy a meter toda la barbaridad de cosas que tengo y a quién le voy a regalar mis plantas... En cinco años de vida se me acabó el kilometraje varias veces. Mi tiempo en ese departamento terminó y me siento al borde de otro abismo, como cuando decidí irme de Piura, pero no me importa.

Atacada de emociones me llega el último domingo que paso en Lima y estoy alegre y triste, pensando mucho mientras lavo mi ropa en el lavador de la cocina. Por casualidad miro al patio y veo al tísico más tísico parado en mi ventana mirándome absorto. No reacciono, por primera vez lo veo tan cerca. De pronto, él se saca el pantalón con todo y calzoncillo como tiene acostumbrado a hacer en mi ausencia, mete la mano por la ventana para entregárme sus trapos y hace su sonido clásico al reírse -si acaso sabe lo que es reirse- "ruf-ruf-ruf-gggghhhh-ruf-ruf-ruf-gggghhhh" y me señala una y otra vez sus órganos sexuales con la cara pegada a la ventana. Yo me quedo paralizada mirándolo y pensando que tiene el cuerpo huesudo igualito al de un sobreviviente del holocausto y me doy cuenta que el pinto se le va haciendo visible en medio de una mata horrorosa de pelos negros. Una visión única, una aberración anatómica, un fenómeno fisiológico experimentado desde otra dimensión.

Irracional, imposible, surreal, insano. Mis ojos jamás fueron tan útiles.

Todos los pensamientos del mundo pasan por mi cabeza y él sigue riéndose -o excitándose, o las dos cosas- "ruf-ruf-ruf-gggghhhh-ruf-ruf-ruf-gggghhhh" con más y más fuerza, se golpea contra la ventana como en la parte de la canción perrea mami perrea, o es papi que dice la canción -tampoco se-, se frota contra la mampara de izquierda a derecha, de adelante para atrás como un pipiléptico -menos lo se-, "ruf-ruf-ruf-ggggggghhhhhhh", se atora el cojudo, es el otro sonido que le he escuchado emitir en todo el tiempo y no creo que alguien sepa diferenciar lo que está tratando de comunicar, si es que está tratando de comunicar algo, y sigue intentando que yo le reciba sus trapos y me parece que va a perder el equilibrio o que se va desmayar en cualquier momento porque ya no me esta mirando a mi más, ahora mira para arriba y le cae baba de la boca, pero sigue perreando sin pausa contra la mampara, como un demente. El sol lo ilumina. Yo estoy idiotizada, pienso en el dolor de la vieja, me arrepiento de llamarlo tísico, se me encoge el corazón. Imagino que el tipo apesta, me domina el asco que siento, me aplastan todos los sentimientos del mundo. Reacciono en cámara lenta y lo espanto como mi vecina espantaba a sus patos "usshaaaaa! usshaaaaaa!" y el tísico más tísico sale corriendo de mi ventana-mampara cuando su madre lo ve.

Inenarrable.

Nadie verá lo que yo vi.

Me costó reponerme de esa impresión, el corazón me latía muy rápido, me temblaban las piernas y cuando volví a mi, lloré por el tísico más tísico, por el no tan tísico, por la vieja, por el viejo, por su suerte.

Por el vago no.

No me explico hasta hoy como se hace para resignarse a una realidad tan indigna. Después seguí llorando pero porque tenía que dejar todo lo que tenía, todo lo que me había costado tanto conseguir, por mi no tanta mala suerte.

Como soy ciclotímica, dos horas después me recagué de risa. Pensé que no hay mejor broche de oro para la estadía de una inquilina tan buena como yo: ver al tísico más tísico vuelto loco, calato con el pinto parado frotándose contra mi mampara. A la semana de eso me fui a Piura por última vez.

El pantalón y el calzoncillo del tísico quedaron en el piso de la cocina hasta el último día que viví ahí.

La vieja nunca más me puso la cara. Ni para recibir las llaves.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Yo, Mariam

¿Pensaron que me olvidaría del blog, que yo, Mariam, que vine al mundo desnuda, imposibilitada de cualquier comprensión, dejaría de escribir mis incongruencias?

Pues se equivocaron.

Últimamente tuve mucho contacto con las religiones del mundo. Y por eso es que me siento en la necesidad de escribir sobre mis experiencias con la religión y la espiritualidad -sin llegar a comprender los límites ni la diferencia entre las dos- y aunque el ordenamiento de mis ideas en este tema esté para el carajo voy a intentar catarsear un poco sobre esas cosas que dominan mi razonamiento gran parte del tiempo.

Primero quiero comenzar diciendo el axioma de este post para que los lectores reflexionen cada una de mis palabras teniéndolo presente: "yo, Mariam, respeto profundamente a cualquier ser humano que haga el esfuerzo de encontrar una forma razonable de relacionarse con lo divino o lo sagrado, y respeto profundamente cualquier creencia religiosa o actividad espiritual siempre y cuando las actividades doctrinarias inherentes a la práctica de esa religión, respeten la libertad del prójimo que intenta hacer y expresar lo mismo en otra religión". La definición de razonable es en este contexto absolutamente personal y lo dejo a interpretación de cada lector, con el riesgo de que el propio axioma de mi post descalifique el post completo.

Yo creo en la existencia de un Dios único. Y creo en Dios desde la moral natural con la que vine al mundo y es esa moral natural la que me conduce a la inquietud sobre la existencia de Dios, una cosa es causa y consecuencia de la otra. Creo en el espíritu y en sus potencias, la inteligencia y la voluntad. (Y no mezclo la moral natural con la moral cristiana revelada. Eso solo a modo de diferenciación de los conceptos, porque he sido bautizada y obligada al estudio de la religión en la que nací.)

Yo considero sofisticada cualquier inteligencia que se tome el trabajo de pensar en la existencia de Dios y de encontrar caminos para relacionarse con Dios (sea como fuere). El trabajo de encontrar un camino para relacionarse con Dios es complejo y el camino no es único. Por eso es que me maravillo ante la fe (sea cual fuere). No soy enemiga de ninguna fe. No me siento amenazada por ninguna fe. Si me siento amenzada por aquellas personas que sin creer en nada o creyendo en algo y teniendo el derecho a creer/no creer en algo o en nada, critican o califican a aquellas que trabajan en una fe (seal cual fuere) y tienen el derecho de demostrarlo siendo o no ejemplo viviente de esa fe. (Leer detenidamente la oración anterior). Si esas personas viven o no en la verdad de la fe que profesan propia públicamente, no es para mi cuestión de crítica. Tampoco cuestiono la racionalidad de las actividades que involucran la práctica de cada fe, yo las acepto siempre y cuando no hagan daño ni perjudiquen a nadie. Y aquí la definición del daño/perjuicio también sería/podría ser cultural y los límites los observo indefinidos. Intento mucho descubrir mis propios límites en esa definición de lo bueno y lo malo y quisiera tener una especie de clasificador, pero me doy cuenta que mientras más vivo, más encuentro que mi propia apreciación de lo bueno y lo malo van cambiando en el tiempo y he aquí mi más grande dilema. La definición de lo moral, lo ético y lo lícito se me mezclan completamente. Pero no desisto.

Finalmente desde mi cultura, desde los límites de mi (no)formación/(des)información, repito que soy una practicante de la creencia en la existencia de Dios y desde ese punto de vista, con mis límites temporales y culturales, respeto a todas las personas que practican una religión y su doctrina, aunque yo no practique la doctrina de la religión que me fue dada oficialmente por herencia y profundísima creencia materna. Eso para ubicarlos en el contexto de mi posición/confusión y aquí vendría un emoticón o un signo de interrogación, pero este tema es demasiado serio para mi, una simple mortal.

****

Madre es cristiana, cátolica, apostólica y romana a rajatabla. Familia materna es completamente cristiana, católica, apostólica y romana a rajatabla elevada a la n cuando n tiende al infinito. Y aunque en realidad la doctrina diga que hay solo una forma de ser cristiano, católico, apostólico y romano, yo siempre voy encontrando por el mundo diferentes estilos en el intento de práctica que me llenan de ternura y admiración. De una ternura bonita.

Padre se volvió con el tiempo y a insistencia de Madre un poco cristiano, si es que cabe la posibilidad. La verdad Padre profesa un poco de todo, desde un poco de comunismo/socialismo incompatible con cualquier religión hasta un poco de espiritismo, oh my god. Con padre experimenté mis primeras sesiones espiritistas, por describirlas de alguna forma.

Turistão es konfessionslos. No sabe persinarse, no sabe que es el Padrenuestro, no tiene el más mínimo sentido de la religión, ni entiende que es doctrina, ni fe, ni axioma, pero reza al buen Dios cada día antes de dormir para agradecer por lo que tiene. Y me emociona.

Yo ya fui a todos los templos que pude y pienso que siempre he estado buscando ir a todos los templos que pudiera. Ya fui bautizada, consagrada a la Virgen y comulgada, fui a Las Huaringas a que me saquen los demonios y me escupan amarres, pero también comí el Pan de los Profetas, me puse una burka encima, oré mirando a la Meca encima de una alfombrita, fui a un Terreiro, vi incorporaciones, hablé con un Preto Velho, un Caboclo y una Criança y tiré flores a Jemanjá, fui a una misa evangélica, a un culto adventista, ya partí el pan, y tuve una empleada mormona que transcribía la Biblia de pe a pá y yo leía embelesada todas sus transcripciones con faltas ortográficas imposibles, salí con un tipo que me decía cada vez que algo salía mal "Jehová dijo a Abraham: escucha a tu esposa, ella te llevará por el camino del bien" y yo me moría de risa, ya me robé las hostias y me tomé el vino de la capilla del cole y si alguien se dio cuenta fue solo Dios. En todas las veces me sentí bien y feliz.

****

El gimnasio al que voy es un lugar de convivencia. Ahí conocí a una muchacha que es un sol, siempre animada, feliz y amable. Ella me empezó a hablar un día y después de un tiempo me invitó a un culto en una comunidad cristiana de esas que cantan, bailan y leen la Biblia. Y como ella me cae tan bien, acepté, bah, igual hubiese aceptado si no me cayese tan bien, sólo para ver y experimentar. Era un encuentro de mujeres. Llego a la comunidad y empieza el culto y comienzan a cantar y bailar y dicen en medio de cada cosa que pueden Amén y Aleluya y yo me maravillo con esa necesidad de Dios del hombre. Ella me dice después del culto que Dios ha llenado su corazón y que si antes se sentía vacía, ahora no, que se siente feliz. Y me doy cuenta que yo respeto y también admiro a esas personas que eligen vivir felices en su fé, a aquellas que se tomaron el trabajo de buscar una explicación a su humanidad en Dios. Después conozco a otra chica que me dice que si estoy ahí no es por casualidad. Que Dios me está buscando. Y también me emociono.

Otro día salgo de la hora de Bodycombat y si alguna vez dije que yo me bañaba en mi casa y me cambiaba en la cabinita del gimnasio, pues ahora ya no lo hago. Lo superé y me cambio con todas y me baño en las duchas con todas y hasta converso desnuda con todas. Me sorprende mi capacidad de adaptación. Me sorprende la variación de mi concepto del significado de pudor. Y ese mismo día, cuando estaba pensando en cómo he cambiado miro la cabinita y veo una musulmana con velo y vestido hasta el piso (así hace ejercicio), tirada en el piso rezando supongo en dirección a la Meca (digo supongo porque ni Dios es capaz de rectificarme el sentido nulo de la orientación). Termino de cambiarme y la mujer sale de la cabinita y me habla a mi, Mariam. Ahora me habla cada vez que nos encontramos, me cuenta que le gusta tejer y que va al gimnasio por recomendación médica. Me ha invitado a su casa, en la que tendré que ponerme velo, pero que no me preocupe que ellos ya tienen varios para las invitadas.

Empiezo a pensar que debo tener demasiados demonios adentro y por eso todos me quieren salvar.

¿O será que Dios de verdad me está buscando?