domingo, 27 de mayo de 2007

Just landed

En Alemania: me siento como el Chavo del Ocho en Acapulco. Hasta ayer estaba en shock, pero no de inversiones, porque me estoy desfinanciando en progresión geométrica con estos precios miserablemente caros...

Además ya me empapé bajo una lluvia torrencial, ya tomé sola un tren y me equivoqué del lado cuando estaba bajando, entonces un alemán me gritó "andere Seite!, andere Seite!" y yo no entendía un carajo, hasta que vi que iba bajar en los rieles de regreso. Ahí di media vuelta...

Ya compré cosas en el super, y creo que no me va tan mal como pensé que me iría. He hablado unas cuantas cosas en alemán para preguntar como funciona la maquinita que te da el ticket para viajar en el transporte público y también conocí a un alemán en el aeropuerto de Amsterdam que se ofreció a ayudarme en lo que pudiera pero vive en Frankfurt, asi que es un poco dificil asesorar desde allá. Además pedí ayuda para encontrar la estación de tren.

Ya escribiré más acerca de estos días, estoy adaptándome al cambio de horario, y hoy me desperté a las 12 m. osea como a las 5 a.m. de Perú. Que puedo decir: totalmente confuso el asunto. Y todos me miran porque se nota que estoy en otra y no soy rubia ni alemana. Y yo se que no tienen ni idea de mi origen y por aquí así como que mucha gente que habla español, no hay.

Volveré pronto.

viernes, 18 de mayo de 2007

Va cayendo una lágrima en mi mejilla...

Es difícil describir la sensación que se siente cuando se sabe que se tiene que partir por mucho tiempo, y que no se verá tan fácilmente a los que se quiere desde el fondo del corazón. Es difícil describir también la emoción que esconde todo lo nuevo que viene. Dejo una vida hecha, una rutina diaria, una forma de vida… Viene un empezar de nuevo por tercera vez.

Como me dijo mi amiga Eugene, me siento preparada para poner cara de indiferencia ante cualquier avance tecnológico jamás visto ni imaginado, y para lo demás... también. Es algo raro.

Ahora estoy en una especie de stand by, esperando que sucedan las cosas. Luego me reiniciaré.

Volveré pronto, cuando pase el shock.

sábado, 12 de mayo de 2007

De hambre no muero (primer capítulo)

Durante los cuatro años que llevo viviendo independientemente, he desayunado, almorzado y cenado en cualquier lugar menos en mi casa. Esos "cualesquiera" lugares fueron los restaurantes de menú que se ubican en los alrededores del Centro Empresarial en San Isidro, las Sangucherías-Juguerías de Surco, la cafetería del Goethe Institut, o del Centro de Idiomas de UP y la cafetería del gimnasio de turno. En mis épocas sub-urbanas, en las que estaba sumida en el mundo industrial del Callao, almorzaba en Minka respetables y abundantes menús que hasta ahora recuerdo con hambre. Antes de eso, comí en los alrededores del Campo de Marte y del Ministerio de Trabajo, en Jesús María.

Cuando me mudé sola hace ya 4 años mi papá me regaló una cocina eléctrica, un juego de ollas Récord, un poco de vajilla y un termo para conservar el agua caliente. Bueno están casi nuevos, excepto el sartén. La verdad nunca he sido muy aficionada a la preparación de comida, no solo porque considero que no es sencillo, sino porque odio verdaderamente tener que lavar el cerro de cosas que queda sucio después de cocinar. Aunque cocinar siempre se haya reducido al hecho de freír huevos, carne, plátanos y preparar arroz o mezclar ingredientes frescos. Cuando tuve solvencia financiera, me compre un hervidor de agua y una waflera o como se llame. Y me dediqué a comer desayunos a toda hora.

Ahora que ya no tengo centro de labores, y me encuentro en un estado vacacional total que me impide la mayoría de veces sentarme a escribir, estoy cocinando cosas. O más bien, preparando cosas. Yo entiendo por cocinar a toda receta que incluya un proceso de cocción. Así que, insisto, me dedico más bien a prepararme cosas. A pesar de no haber tenido una alimentación supervisada por una persona experimentada en el tema (mi mamá o mi papá por ejemplo) durante todo este largo tiempo, creo que he buscado la manera de comer la mayor cantidad de cosas frescas, la menor cantidad de grasas saturadas, y he tratado de balancear al máximo mi comida incluyendo siempre una dosis alta de fibra.

Cuando estaba en Piura siempre comí mucha ensalada de vegetales frescos y muchas carnes de todos los tipos, de res, de carnero, pollo, pescado, e inclusive comí algunas veces cerdo. También tomábamos jugos de frutas naturales, como maracuyá, papaya (a la que odié por mucho tiempo) y limonada (en Piura por un sol de tan 25 limones). Comíamos mucha menestra, y purés y mucha sopa. En alguna época, cuando mi papá estaba obsesionado con la avena, la kiwicha y la quinua, comíamos eso a toda máquina. Mi mama siempre fue más ortodoxa con los alimentos, así que no puedo decir que hizo muchos inventos. Por todo eso y más, fue un choque total venir a Lima y comer papa, papa, papa, papa y más papa y pollo, pollo, pollo, pollo y más pollo en todos los menús.

Ahora que me estoy encargado personalmente de mi alimentación he encontrado algunas dificultades, pero creo que nada insuperable. Me preparo muchas ensaladas: de frutas o vegetales frescos; sopas, y estofados. Algunas veces me arrebato y me como una buena parrillada personal, un pollo a la brasa con papas fritas o hago una incursión dominguera en la cevichería Los Piuranos y rindo homenaje a mi procedencia norteña.

Aquí algunas fotos de mi propia aventura culinaria causante de mi desaparición internauta, total todos tenemos la posibilidad, no solo Gastón :)