En Alemania todo el mundo tiene una bici. Entonces como no pude contra el sistema, me uní a él. Ahora tengo una también, y es una
Omarad (
Oma = abuela,
rad = cualquier cosa con 2 ruedas). Pero es mía y la amo.
Felizmente no me costó ni un centavo. Antes de heredarla de otro extranjero, estuve mirando en Internet, en páginas de venta directa de objetos de segunda mano, pero mi condición de estudiante me impide gastar 80 euros en una bici más o menos aceptable. Después muy diligentemente, me fui a la tienda de bicis que está al lado de Conrad a comprarme una cadenita para asegurarla por la calle, y evitar que entre en el mercado negro alemán. La mía es heredada de generación en generación por extranjeros estudiantes en busca de un futuro mejor. Y cuando me vaya, la heredaré también.
Al punto: quisieron cobrarme 18 euros por la famosa cadenita y casi me da un ataque ronchudo. Eso vale más que la misma bici. Así que fui a Conrad, al ladito nomás, y conseguí una que hace la misma función por 5 euros. Soy estudiante otra vez, y un euro es UN EURO.
Después decidí
“ajeitar” a mi nueva adquisición e ir a la Uni en ella. Osea me gradué de
Deutsche, literalmente. Ahora no solo miro el tiempo que hace todas las mañanas en Internet, para saber si me pongo chaqueta, si me pongo bermuda, o si llevo mi impermeable o mi paraguas. No. Ahora, además de eso, voy en bici. A todos lados. Me toma 25 minutos llegar, y acabo medio destruida, pero llego. Y de paso me mantengo en línea (recta).
Aquí les dejo una fotito de la perla, y no se olviden: “A caballo regalado no se le mira el diente”.
A pedalear se ha dicho.
Tschüss!