jueves, 9 de abril de 2009

Jedem das seine

A uno se le va la inspiración si no escribe lo que tenía para escribir en el momento en el que las cosas están haciendo efecto en la cabeza.

Me fui a Perú de vacaciones por un mes y ya volví claro, tiempo pasado. Lo más raro es que no me morí de ganas de escribir sobre la experiencia al volver, no se porqué. Mientras estaba allá recibí un correo de una alemana que está viviendo en Perú y que consideró que mi blog sólo relataba las cosas malas que vivo en Alemania, y que ella entendía que yo –así como ella con su experiencia en Perú–, necesitaba meine Erlebnisse zu verarbeiten y claro que me puso a reflexionar. Después me puse a mirar el contenido del blog, a evaluar si su afirmación podría ser la verdad y llegué a la conclusión de que no lo es –ja, ja, qué conveniente!–. Lo que escribo es lo que escucho, lo que vivo diariamente, desde mi punto de vista. La muchacha dijo que yo no debía schlecht machen en un medio público como internet cuando se está zu Gast en otro país, y de cierto modo me dio cargo de conciencia. Pero después volví a reflexionar y me saqué todos los cargos –ja, ja, ja–, le pedí que lea el blog completo y haga un balance sobre lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo. Una de las cosas que le dije es que algunos alemanes se toman las cosas demasiado en serio (más de lo que un peruano/sudamericano promedio que se toma todas las cosas en serio, se lo tomaría, por ejemplo), y que son bastante sensibles a la crítica. Le dije que quién era yo, para que lo que yo opino y escribo fuese tomado así tan formalmente como fuente criticable. Todo este intercambio de correos fue mientras yo disfrutaba del sol y en Alemania caían las últimas nieves. Al regresar, encontré al invierno acabado, luz solar una gran parte del día, encontré que el carutal reverdece, el guamanchito florece y la soga se revienta.

Das Blühen

Primeros rayos de sol en esta primavera!

Al llegar en Alemania asistí a una exposición fotográfica en Hannover sobre Perú y Bolivia, de un fotógrafo de los que abundan en estas latitudes y que se dedican –como yo– a distribuir su opinión –y que no lo hacen gratuitamente, porque se hacen editar libros por los que se paga– y confirmé una vez más que estoy harta del sensacionalismo de cualquier tipo y más de aquel que lucra con la desigualdad y con el subdesarrollo. El tipo había exhibido los peores, peores, pero peores lugares de Lima, los más feos, los más miserables, y el mayor porcentaje de su exposición era de ese tipo. Claro que no faltaba Machu Picchu, Chavín, un poco del Manu, naturaleza salvaje, unos cuantos platos de comida y eso, pero era como que si en Perú no existiera ese porcentaje de gente que vive a duras penas en condiciones más o menos favorables. A mi no me molesta que digan que mi país es un caos, que hay muchísimas personas en extrema pobreza, que hay trabajo y prostitución infantil, que un alemán diga la palabra narcotráfico cuando le menciono de dónde vengo, que en Lima el tránsito vehicular está cada día más endemoniado y uno respira Smog y que estamos todos envenenándonos lentamente, que allá es muy fácil ser robado o estafado, o que se ponga una foto de un poste con 500 cables saliendo en toda dirección cardinal posible, porque esa sí es la verdad. Lo que si me molesta es que no se complete la verdad con su parte positiva y eso falsee un producto que se vende, por el que se paga, y con el que alguien lucra. Entonces que no me vengan a decir que ich mache schlecht. Además aprovecho para desembuchar, ya que estamos en un momento de rebelación, que también estoy en contra de promover tener un Patenkind del tercer mundo poniendo una foto de un niño africano con cara triste y desnutrido bebiendo algo de un vaso azul de plástico en una casucha horrible rodeado de hermanitos/amiguitos en la misma condición. Eso es amarillismo. No se puede llamar a la responsabilidad social a través de una publicidad irresponsable. Pasemos a otro tema.

Como mi casa en Lima está en proceso de ponerse habitable, no tenemos televisor –je, je–, así que me preparé y llevé varias películas para mirar en la compu. La primera película que vi se llama Waltz with Bashir y no voy a contar de que se trata, pero el protragonista no consigue recordar ni lo malo ni lo feo. Y cuando uno extraña creo que pasa mas o menos lo mismo, porque la memoria es selectiva. Uno recuerda la familia, los amigos, el calor de la gente, la comida, el ceviche y los tamales verdes, el clima, el sol, la playa, y esos momentos burgueses que uno no tiene el lujo de tener por estos lares y que otros en mis mismos lares no pueden tener. Y al llegar, lo primero que te recibe es lo feo: el caos vehicular, una hora y media de camino a casa en medio de un tráfico de mierda, el Smog, la bulla, la primera noche el vecino de arriba decide hacer una jarana sin precedentes que no te deja dormir y el vecino de abajo tiene dos perros en su patio de 3 metros cuadrados que lloran también toda la noche porque llueve al estilo limeño y nadie se acuerda de ellos, usw. Adiós tranquilidad, bienvenidos en la ciudad de los reyes.

Lo que más me gusta del Perú que encontré –tampoco es que hayan pasado 25 años– es que hay un proceso de reconciliación con la propia identidad, y me gusta llamarlo o creerlo así. Se oye y baila cumbia en las discotecas más “refinadas” y se decora cada vez más “andinamente”. Y con este boom gastronómico todos andan metiéndose hasta por la nariz las nuevas comidas y tragos novoandinos y se estimula el uso de nombres quechuas. Es cierto que se respira aires de progreso y que parece que la gente tuviera más plata. Pero también es cierto que la cabeza de la gente no ha cambiado tanto como su economía, que la discriminación todavía la experimentan muchos y que nuestra viveza criolla se burla de nosotros mismos.

Después del primer impacto visual que es lo que más se nota/afecta y de los dos o tres primeros días, ya estaba como pez en el agua, había recuperado mi indispensable dominio combístico, estuve ducha para movilizarme sin auto propio y negociar el pasaje por cincuenta céntimos hasta Benavides y hasta para pelearme con el cobrador, hay cosas que nuncan se olvidan. Mi estómago tardó un poco en reconocer antiguas bacterias, claro que después nos hermanamos, y mi piel que no había probado rayo de sol efectivo en 22 meses se insoló, se me hincharon todas las venas visibles del cuerpo por el calor, me intoxiqué con Pisco –ja, ja, ja–, me volvieron a salir las pecas y toda esa serie de eventos terminaron justo cuando ya me tenía que ir.

La anécdota para recordar no sucedió en tierras peruanas, sino holandesas. O tal vez en los dos lados, o en ninguno. En el Duty Free de Lima compré dos botellas de Pisco. Pensaba que si las cosas eran compradas en un Duty Free podían entrar en cualquier aeropuerto del mundo. Pero nosotros los sudamericanos, burriers del planeta por excelencia, no podemos meter en la Unión Europea ningún líquido comprado en un Duty Free de Sudamérica aunque fuese agua bendita del Vaticano. El chico me lo dijo al pagar, pero yo con mi política del que no arriesga no gana, me los llevé igual. Y gané. Solo tuve dos horas para hacer transbordo, y al momento de pasar por el control de embarque no me tocaron policías holandeses con cara de holandeses, sino holandeses descendientes de India y Africa, o de algún lado de esos. Preguntaron a quien pertenecían las botellas, dije que a mí, me preguntaron donde las había comprado, de burra dije que en Lima, me dijeron que no me las podía llevar porque blablabla y todo el rollo, foquiu, mentí, dije que en el Duty Free de Lima no me habían dicho nada al respecto, me dijeron que si lo dijeran nadie compraría, puse cara de perro arrepentido, dije que me las quería llevar por favor señor, me dijeron que me daban la alternativa de irme al counter de KLM y pasarlas por valija, dije que ya no tenía tiempo, me dijo que le diera mi tarjeta de embarque, se la dí, la miró, el holandés hindú le dijo a su amigo el holandés africano que en verdad ya no tenía tiempo, y en ese preciso y bendito momento se desató una histeria entre un viajero y los aduaneros con griterío y todo en la primera banda, cerraron las bandas del medio, vinieron mas policías de refuerzo, yo estaba en la última y menos visible poniéndome los zapatos y un ángel del cielo vino a apoyar mi iniciativa y el policía aprovechó el pánico y me dijo que me dejaba pasar, pero que tapara las botellas con mi abrigo, y que si me me atrapaban a la salida, podían perder su trabajo. Así, llegué a mi puerta de embarque y me subí al vuelo a Hannover con mis dos botellas de pisco acholado y puro quebranta. YUJU!!!!


El protagonista del viaje, aún sellado.


Por detrás

No hay como mi suerte!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Deberías haberle invitado un café a esa chica alemana, conocerla y escucharla...la palabra escrita siempre tiene sus limitaciones...además siempre es mejor escuchar una opinión que no sea la nuestra, no crees?

Mariam dijo...

Yo no creo que "debería", hubiera sido conveniente o aconsejable, y si debo reconocer que "me faltó". Pero la muchacha no dio mayores datos sobre ella, y por lo general los alemanes (no todos pero si muchisimos) con el fin de proteger su privacidad, utilizan usernames y nombres en sus emails que no son los verdaderos cuando se dirigen a los desconocidos. Yo le revelé mi identidad, donde vivo en Peru y en Alemania, que hago, y una bola de detalles, "me abrí a la primera", (y las preguntas se las escribí en alemán) pero ella no respondió. Siempre que uno quiere un acercamiento (al menos aquí es la regla general), es mejor ir despacio, sino corres el riesgo de que salgan corriendo, porque las personas piensan que eres invasivo, hay que tener cautela con lo que preguntas, no se puede uno mandar directo por ejemplo a pedir el teléfono o invitar a salir o a tomar un café... pensando así supuse que ella quería conocerme, ya que ella es la extranjera viviendo en mi país, pero no tuvo interés. Yo creo que uno como extranjero tiene que buscar acercarse, o al menos dar seniales de interés por el local. Hubiera propuesto hacer la cita, pero estaba demasiado ocupada disfrutando de las vacaciones.
Saludos!
Mariam