viernes, 28 de agosto de 2015

Reality check


Más de dos años sin escribir aquí y millones de cosas para contar.

Este año he cumplido 35 años y la edad me ha dado mi primer reality check: ha sido una especie de revelación descubrirme unas arrugas que ya no se van más, la mirada cansada en las fotos que me saco, un agotamiento permanente y el temor de permanecer aquí por el resto de la vida.  He sentido el peso de la obligación de ser feliz y la necesidad de priorizar mi bienestar y mi felicidad en cada acción o decisión para el futuro.

Hace 8 años y tres meses llegué en Alemania y hoy por hoy pienso que es lo mejor que me podía haber sucedido en la vida. Aquí he podido ser quien quiero ser con toda libertad. En ese proceso de transformación me distancié de mis antiguas ideas y de muchas personas que formaban parte de mi antigua vida. Me gusta el lugar en el que estoy, el trabajo que tengo, el lugar en el que vivo, la comodidad que he conquistado, la persona con la que comparto mi vida, las personas nuevas que he conocido y las amistades que he construido y he logrado conservar durante estos 8 años. A pesar de todo eso que es tan bueno, los momentos en los que me pregunto porqué estoy en la situación en la que estoy, -esto que me gusta tanto-, se repiten sin cesar. Con Turistão no terminamos de comprender cómo es que un día llegamos aquí, qué es lo que nos motiva a continuar y qué nos mantiene aquí.

Me descubro en medio de una conferencia telefónica en medio de 10 alemanes, hablando alemán sobre un proyecto alemán, y diciendo naturalmente en alemán que “Herr Cerezo ist heute außer Haus” o que “Sie werden unsere Stellungnahme zu diesem Thema nächste Woche erhalten” y me desconcierta. Me pregunto, ¿cómo estoy haciendo lo que estoy haciendo? Y no encuentro ninguna respuesta.  Al rato, Turistão me llama desde la obra en la que lo han metido a hacer la supervisión de la construcción de varios molinos de viento y me dice que ha llegado la televisión del lugar a filmar un poco para un noticiero y que los ha tenido que mandar a la casa porque a pesar de tener permiso del Bauherr para filmar en la obra no tenían Sicherheitsausrüstung. Nos reimos en el teléfono los dos y no entendemos nada. Después me cuenta que es “Tag der offenen Tür” en la obra y que hay una tropa de jubilados y escolares llegando a preguntar lo impreguntable. Nos morimos de risa.

Después de ocho años andamos organizando programas de fin de semana alemanísimos y andamos tan indulgentes y amorosos con los alemanes al punto que llegamos a dar miedo. Los queremos, los entendemos. En la Pascua pasada fuimos a un pueblo al norte de Brandenburg a descansar un poco al pie de un lago. Paseamos en bici, en barco, fuimos a wanderear y a explorar los alrededores del lugar en auto. Así, sin querer queriendo, una peruana y un brasileño, acabamos metidos en un granero en desuso, o más bien, con otro uso, en el que había una fiesta popular con mercado regional y con música alemana en vivo, harta cerveza y salchichas de puerco, Sauerkraut y Sanddornsaft por doquier. ¿Cómo dos extranjeros llegan a meterse en un pueblo alemán donde el viento da la vuelta?

Cuando uno anda recién llegado va a los lugares a los que todos los extranjeros van, junto con otros extranjeros que también andan más o menos recién llegados y uno no se nota mucho en medio de la multitud de extranjeros. Pero cuando uno se “integra” en la sociedad alemana (y quizá en cualquier otra), uno se descubre metido en lugares impensados, haciendo cosas inimaginadas, para luego percibir lo fremd que aún eres (¿o te sientes?) en el lugar. En aquella Scheune de Mecklenburg-Vorpommern estábamos Turistão y yo comiendo salchicha, tomando cerveza y cagándonos de risa sin comprender cómo es que después de 8 años viviendo en Alemania habíamos tenido la idea de bookear un Osterarrangement, con cena pascual y entrada doble a la terma del lugar (donde todos entran desnudos!), para terminar escuchando algunos Schlager de este siglo y del pasado en un antiguo granero junto con un montón de familias alemanas. Un programa surreal de fin de semana largo. Recién llegada no me cambiaba de ropa ni en el cambiador de mujeres del gimnasio. Ahora me meto desnuda al sauna con parejas de jubilados. 

A eso se suma que recibimos invitaciones a casamientos en Annecy, Wanderungen en Allgäu, fines de semana en el Bodensee, paseos de bici y de canoa al sur de Berlín, tenemos paseos con colegas en los que vamos a Ostsee, o a algún bosque a mirar bisontes u osos, somos invitados a Abendessen con amigos italianos, alemanes y franceses o los recibimos en casa para hacer galletitas navideñas porque nuestra cocina es la más grande de todos los del grupo de amigos. Y no entendemos nada. ¿Dónde quedaron aquellos extranjeros desubicadísimos, que se esforzaban todo el tiempo por aprender alemán y hacer amigos? Hoy nos damos cuenta que no nos damos abasto para atender a tanta gente. Nuestos fines de semana quedan cortos para todos los programas que nos aparecen o a los que nos invitan. Vivimos diciendo “wir haben keine Zeit!”. Qué verdadera y llena de contenido es esa frase hoy para nosotros! ¿Que nos pasó que de pronto dejamos de extrañar los entrañables amigos de allá y amamos tanto a los nuevos amigos de acá? Los nuevos amigos nos traen aceite de oliva prensado en frío a mano de Pescara, nos regalan una botella de cerveza suiza de sus últimas vacaciones o nos mandan una postal desde Las Vegas. Nos muestran su cariño a su manera y nos consideran parte de su vida. Nos invitan a fiestas de disfraces o nos avisan en Febrero que vienen de visita en Junio. Nosotros organizamos cenas latinas en las que suprimimos el ajo y la cebolla a la mínima expresión para agradarlos, les traemos dulce de leche de Brasil, alfajores de Perú y les mandamos postales desde Tokyo y Nueva York. Nos prestamos máquinas de coser, de hacer helado, moldes de tortas, taladros, colchones inflables, carpas y bicicletas mutuamente. ¿Han visto como nos hemos puesto chic? Vamos de vacaciones a Tokyo y Nueva York!

Hay que aceptar que todavía desconcertamos un poco a nuestros amigos con nuestra alegría sin fin. Turistão los impresiona tocando la guitarra, el cavaco y cantando sus sambas y yo bailo como una pirinola en las fiestas de casamiento a las que nos invitan. Nuestra energía los impresiona -o los asusta- siempre. 

En estas circunstancias personales felices, andamos descontentos por nuestras circunstancias laborales. Aquí, la vida de la gente gira casi completamente alrededor del trabajo. En pleno siglo 21, Alemania todavía es un país en el que hay gente que sólo ha trabajado para una sola empresa, llega a jubilarse en ella y se siente orgullosa de ello. Nosotros venimos de países en los que la seguridad laboral no existe, así que uno esta sometido a un cambio constante en el que la flexibilidad es necesaria para tener éxito en la vida. En Alemania, a las personas les cuesta separarse de su rutina pre-establecida, aunque les aburra o cargue emocionalmente, porque encuentran en ella la seguridad que necesitan.

Después de cinco años y medio, casi seis años de trabajar, estoy agotada. No del trabajo en sí mismo, porque mi trabajo me gusta y hago el trabajo de una persona (y no él de tres personas como lo hacía en Perú), sino de la forma de trabajar. Aquí todas las fases de un proyecto son importantes, incluso la fase inicial, cuando uno sabe que todo lo que se hace es preliminar y el cliente aún no sabe que es lo que quiere. Mi impresión es que a todo se le da más importancia de la que a mi parecer tiene, y no siempre las cosas salen bien como se piensa y se divulga en todos lados. Hay cosas que están muy bien hechas, es verdad, pero hay bastantes que no. Nadie es perfecto. Creo que cuando las cosas van mal, se perciben mucho peor de lo que en verdad son, porque la personas no están preparadas culturalmente para que las cosas vayan mal y no saben reconocer su parte de responsabilidad en lo que ha ido mal. No se sabe lidiar con la culpa ni con el fracaso. En alguna parte de este blog escribí que esta es una sociedad en la que se debe mostrar “buen desempeño”.

Eso se refleja en la importancia que uno mismo debe darse ante los demás. Un título académico es super importante y te diferencia de los otros. Mientras más títulos tengas, pues mejor. Así hay personas que escriben ellos mismos que son ingenieros, masters, doctores o profesores universitarios o todo junto y se presentan así a los demás. Eso me molesta un poco, pues pareciera que el título avalase las opiniones o categorizase a las personas. No se si compararlo con un sistema de castas hindú o con un sistema nobiliario medieval que se divide entre profesores universitarios, profesionales, técnicos y todos los demás. Si eres ingeniero y opinas, tu opinión no es tan bien considerada como la opinión de un doctor ingeniero que opina. Aquí mi pregunta es ¿dónde me ubico yo? Aún no he logrado descubrirlo.

Una observación adicional es que los colegas se hacen importantes frente a los otros, y le imponen a su trabajo más importancia de la que en verdad tiene o le dedican a las tareas más tiempo del que merece. Esta es una percepción que tenemos Turistão y yo ahora que hablamos fluentemente alemán y pasamos 9 a 10 horas diarias en promedio trabajando en ese ambiente. Si uno le pregunta a un colega “que tal le va con el trabajo”, él dice la mayor parte de las veces que está muy-muy-muy ocupado y que no tiene espacio para nada más. Es cierto que estamos ahí para trabajar, pero no siempre tenemos tanto que hacer. ¿O es que yo soy muy eficiente y termino antes mi trabajo o es que recibo menos trabajo del que debería recibir? ¿Son mis percepciones marcadas por mi bagaje cultural, por mi flexibilidad, por mi rechazo rotundo al estrés? ¿Son todas mis impresiones erradas?

Si alguien quiere recibir más trabajo porque no está haciendo mucho, dice que “tiene en este momento un poquito de aire” y que podría asumir “eventualmente” algo nuevo. Probablemente es un mensaje encriptado dentro de los protocolos culturales y significa simplemente “dame trabajo”. Yo digo simplemente que tengo “todo el aire del mundo” y que con mucho gusto recibo nuevas tareas” si es que estoy teniendo tiempo para algo nuevo. Lo más raro es que mi trabajo sale muy bien y soy felicitada constantemente por ello. Es muy cansador lidiar diariamente con la forma de trabajar de aquí en ese aspecto, pues si pides ayuda, la gente primero hace el teatro de decir que no puede, que podría la próxima semana y al final después de un pequeño acuerdo verbal no necesariamente bien humorado, terminan haciendo el trabajo. No me logro insertar en ese procedimiento. Para mi es más fácil decir que si puedo. Muy rara vez no puedo.

En este ambiente se siente que el espíritu competitivo nunca disminuye y que el dinero cobra cada vez una importancia mayor en la vida. Somos ingenieros los dos en un país tecnificadísimo, y es lógico que no nos vaya tan mal. A pesar de eso, aún no logramos manejar situaciones de trabajo en las que tenemos que dar respuestas inmediatas o en las que no logramos enfocar una opinión de una forma que deje satisfechos a los participantes. Y esas son cosas que nos superan. Nos dejan muy cansados.

Así que hemos decidido hacer una pausa de nuestro mundo de hoy para mirar nuestra experiencia alemana desde la distancia y con más tiempo. Procesar lo vivido. Para eso es necesario volver a cambiar. 

Intentar algo nuevo.

De eso hablaré en mi próximo post.

jueves, 25 de abril de 2013

Pequeñas delicias de la vida conyugal

Escrito el 05 de abril del 2013

Aquí estamos de nuevo, firmes y fuertes para compartir lo que nos alegra y catarsear lo que nos vuelve locos. A veces sueño que vuelvo a escribir en el blog como antes y que nos volvemos millones (???). No se si volveré a escribir como antes, pues el día a día me consume. 

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Ah si, estoy escribiendo acá porque hoy estoy celebrando un año de casamiento con Turistão. Seee, nos casamos pero me dio pereza bloggearlo, aparte tenía una tropa portuñol-hablante cuya atención de necesidades diversas (ver castillos, comprar chaquetas, ir al zoológico, comer salchichas, probar cervezas, mirar partidos de fútbol, ir a museos, entre otros) nos impidieron casi hasta respirar. Pero fue lindo. 

****

Muchas cosas me han pasado en la vida, y muchas otras no. Una de esas otras es que me escriban una carta de amor. La única persona que me ha escrito en la vida algo de amor ha sido Turistão (que me dio una tarjeta). Y yo nunca le he escrito una carta de amor. Lo que si escribo son los diálogos que sostengo con los amantes eventuales (???) que tengo, en este momento de la vida, Turistão (jajaja). Aquí vienen unos: 

1. Radio Gaga

Casi todos los días por las mañanas Turistão me lleva al trabajo. Siempre tenemos Spree Radio de fondo para acompañarnos en el trayecto. Uno de esos días el locutor habló sobre el 75to aniversario de matrimonio de alguna de las tantas monarcas europeas, cosas que la verdad poquísimo nos interesan. Entonces yo le digo a Turistão

Mariam: nosotros en 75 años ya estamos muertos... 
Turistão: si, negra... ¿me dejas morirme primero? 
Mariam: anda bobo, no hables de esas cosas... 
Turistão: pero si tú hablaste primero! 
Mariam: ¿será que llegamos a los 50 años de casados? 
Turistão: espero aguantar... 
Mariam: … 
Turistão: espero aguantar-TE. 

Y se ríe. 

2. Crisis de los cuarenta 

Otro día camino al trabajo y en el auto. Otra vez Spree Radio. Ahora el tipo dice que un estudio entre muchos orangutanes y chimpancés del todo mundo ha resultado en que ellos, así como los humanos, también sufren una especie de crisis de mediana edad y que antes y después de eso son normalmente felices. Entonces le digo a Turistão

Mariam: ¿escuchaste? 
Turistão: ¿qué? estaba pensando en otra cosa... 
Mariam: que los chimpancés y los orangutanes, así como los humanos, también sufren la llamada “crisis de los cuarenta”... 
Turistão: ¿ah sí? 
Mariam: imagínate... 
Turistão: pues a mi me llegó la crisis diez años antes... 

Y se ríe!

3. Manías de rico. 

Es sábado y los sábados y domingos por decreto legislativo desayunamos juntos y sentados a la mesa con café peruano o brasileño y pan alemán de la panadería, y con esto quiero decir que no es pan de forma del supermercado. Es el momento sublime de nuestra semana de trabajo. Amamos desayunar juntos. Ese día pienso ir a comprar los regalos de Navidad. Y le digo: 

Mariam: Turistão, ¿me acompañas hoy a comprar regalos de navidad? 
Turistão: Te acompaño, negra. 
Mariam: ¿Y me dejas regalarte un pijamita? 
Turistão: Te dejo negra, pero un pijamita me lo puedo regalar yo solito... 
Mariam: ahhhh... 
Turistão: Mejor regálame un tablet! ché! 
Mariam: … 

Turistão ya aprendió a usar el ché correctamente. 

 4. Recién casados 

Diálogo con Turistão en el desayuno a la mañana siguiente del casamiento, que fue en un hotel de medio pelo que conseguimos al último minuto a dos cuadras de casa, porque nuestro hogar estaba lleno de huéspedes inesperados o que no consiguieron tren para volver a sus casas después de la celebración. 

Turistão: negra, qué casado me siento! 
Mariam: ¿ah si? qué bueno! ojalá que te dure la sensación! jajaja! -y nos damos unos besos- 
Turistão: creo que ahora voy a tener que hacer cosas de hombre casado... (???) 
Mariam: ¿como cuáles? 
Turistão: cuando vaya a la panadería, voy a comprar un periódico y voy a desayunar leyendo el periódico...
Mariam: ya... 

Ufff.

5. Brigadeiro 

Es mi cumple 33 y hemos decidido hacer una pequeña celebración con los pocos amigos nuevos que hemos conocido *casi espontáneamente* en Berlín. Turistão es celebrador por naturaleza, le encanta comprar cerveza en cantidades industriales, asar carne, chorizo y salchichas para una tropa, servir brigadeiro de postre o torta selva negra, hacer caipirinhas sin parar, fumar y hablar toda la noche, tocar cavaco y guitarra y mandar a todos ebrios “pero felices” a casa. Uno sale con un shock calórico impresionante o asustado como perro en Navidad. 

Ese tipo de celebración brasileña es algo que en otras culturas es simplemente inimaginable por ser considerado exageración. Al día siguiente uno es un trapo de tanta resaca y uno tiene diarrea de tanta comida. Lo vivo con tal frecuencia que hasta voy pensando que es normal. Como casi todos los invitados son europeos (alemanes, franceses, italianos), excepto dos latinos, le digo a Turistão que no es necesario hacer tanta comida ni comprar tanta chela ni preparar tanto brigadeiro, porque un europeo es por lo general controlado en todo lo que hace: no se embriaga “así”, ni hace despelote a morir, no come mucha azúcar, no baila ni canta sin alcohol, no come tanta carne, en resumen no hace lo que los brasileños hacen tan eufóricamente cada vez que se juntan. Un peruano hace bastante desarreglo, pero nunca tanto como lo que he visto en Brasil. Turistão insiste e insiste en que quiere celebrar mi cumple a lo grande con diez invitados y yo que veo que no hay remedio, lo dejo a cargo de las compras y la organización. Al final la celebración sale muy controlada dentro de los límites comportamentales europeos y Turistão fica um pouco frustradinho ya que él esperaba un despelote monumental. Restan las ¾ partes del brigadeiro que hizo. A la mañana me dice: 

Turistão: tenías razón, no se comieron el brigadeiro...
Mariam: te digo que europeo no come azúcar... el azúcar es el enemigo... 
Turistão: pero come Schweinshaxe! 
Mariam: todos tenemos nuestras contradicciones 

Me mira y se va un poco decepcionado. 

Más tarde el brigadeiro sigue encima de la mesa y me dice: 

Turistão: ese brigadeiro me está molestando
Mariam: ajá...
Turistão: creo que me lo voy a comer TODO de una vez 

Como se que no sirve oponer resistencia ni intentar hacerlo entrar en razón frente a un plato de chocolate, no digo nada y se lo come. Yo me aparto de la escena para al menos no ser testigo ocular del asalto. Al rato me dice: 

Turistão: ya no aguantaba ver el brigadeiro, negra, que bien que me lo comí...
Mariam: si, no? 
Turistão: si, me estaba molestando... 
Mariam: ....

Doy por acabado el asunto y le pido por favor no comer más dulces durante al menos una semana. El acepta feliz y de buena gana. 

Al día siguiente es lunes, antes de ir al trabajo se pesa y me dice: 

Turistão: peso 89 kilos negra! no entiendo qué pasa con mi deporte! (???!!!)

Pienso que hay gente conchuda en este mundo, pero me es imposible seguir guardando silencio en pro de la unión conyugal:
Mariam: no será por las chelas, la carne, las caipirinhas y el BRIGADEIRO que te empujaste el fin de semana?! 
Turistão: una latita de leche condensada al año no hace daño, negra -tranquilo como agua de tanque- 
Mariam: …. 
Turistão: además ver tanto brigadeiro me estaba molestando 
Mariam: …. 
Turistão: AINDA BEM QUE COMI TUDO!!! 

Cuando Turistão dice algo en portugués significa que ha dado por finalizado un tema.

 ****

Seguiremos reportando.

lunes, 5 de noviembre de 2012

La casa de los jañapes

En mi antigua casa piurensis vivió la tropa completa de Madre. La tía de Madre, quien también vivió en la casa, murió de un horroroso cáncer de piel que consistía básicamente en que le aparecían heridas largas, definidas y profundas como cortes de cirujano que no se cicatrizaban nunca. Las heridas también se infectaban, hinchaban la zona y al final de la enfermedad producían un dolor insoportable para cualquier ser humano que pretendiera sobrevivir sin morfina. El cáncer que sufrió se originó aparentemente por las innumerables horas de sol directo que recibió durante toda su vida mientras caminaba para ir a dar clases al otro extremo de la pampa piurensis de antes de la segunda guerra mundial, ya que era maestra de escuela primaria en un lugar y en un tiempo en el que no había transporte público. 

Tiíta murió en el año 1982 (o 1983, no estoy muy segura, porque ahora que me doy cuenta, ese detalle no relució en ninguna conversación familiar y yo tenía menos de tres años de edad cuando los acontecimientos), después de un prolongado calvario hospitalario. El día que Tiíta murió, Madre no tuvo forma de avisarle a Padre porque él estaba en el monte, donde en esa época no había teléfonos -y en ésta tampoco- y todavía no existían los celulares. En esos tiempos de los que poco tengo memoria, y casi todo me lo he soñado, Padre y Madre se veían los fines de semana de jueves por la noche a lunes por la mañana y los otros días no tenían noticias de ninguno de los dos. Era una realidad muy parecida a la de la baja edad media que increíble pero muy practicablemente sobrevivió hasta fines del siglo 20 en la provincia en la que tuve la alegría de nacer. 

Debido a que Tiíta se puso grave-muy-grave en pleno día laborable, Madre tuvo que abandonar el trabajo y juntas viajamos a la capital para acompañarla en sus últimos momentos de vida, asistir al velorio y organizar el entierro y Padre, que estaba en el campo, siguió sin saber de los percances hasta que llegó a la casa el jueves por la tarde. El jueves que Tiíta murió, Padre llegó sin saber de nada, porque ya dije que en el campo no habían teléfonos. 

La casa piurensis tenía, aunque por fuera y por dentro ya no sea como antes, dos árboles y muchos parches en el techo. Por eso llovía adentro, se humedecían las paredes de la cocina y se caían las del patio, las ventanas de fierro descuadradas ya no cerraban, habían hormigueros por todos lados, sonaba el desagüe a la hora de la cena, salía un chorrito indeseable e hirviente de la ducha, la losa del patio de adentro se deshacía por causa de los álcalis del agua del medio del desierto y la carcomida pared de ladrillos de arcilla roja del quintal parecía un panal de abejas gigantes. La arena del desierto se colaba feroz por cualquier rendija y destruía todo. La dureza del agua y el jabón marsella dejaban la ropa tiesa y el sol la desteñía. El patio de afuera no tenía losa, la lavandería no tenía techo, y yo la usaba como piscina, me desnudaba bajo el sol ardiente y me bañaba en el lavador. Los muebles de la sala eran de fierro con paja trenzada y el comedor era de madera vieja muy vieja, tan vieja que la tabla de la mesa se había torcido y encogido por la extrema sequedad del ambiente. Dentro de la casa no sobrevivía ninguna planta. Tampoco teníamos fotos ni cuadros, no había cortinas en las ventanas, ni adornos en los muebles y el techo era bajo. Éramos minimalistas, dice Madre, para decir que éramos pobres en un tiempo en que nadie había pensado en el significado del minimalismo. Sí, le digo, yo quisiera seguir siendo minimalista. 

Hoy que ya tengo 32 años y no es poco aunque los que tengan más de 50 insistan en decir que sí, tengo recuerdos que no me dejan vivir en paz y que me erizan la piel: tengo como 9 años y estoy pastoreando el tiempo con mi vestido de lienzo de rayitas diagonales blancas y verde agua, estoy sentada a eso de las dos y media de la tarde abajo del árbol del patio de adentro, sin zapatos, con los pies cuarteados y enterrados y las trenzas deshechas, estoy levantando las piedras en busca de lombrices rojas. Me gusta encontrar el extremo de las lombrices y ver cómo se estiran cuándo las saco. A veces se rompen. Creo que sufren. El aire está seco pero fresco porque el viento corre, el árbol se mueve mucho y parece que va a llover, la tierra está húmeda, las florecitas amarillas caen del árbol y se quedan en mi pelo, debe ser como abril. 

Después me veo con mi bermuda azul y sin camiseta, escarbando en la tierra para encontrar el nido de los abejorros verdes que se metían en sus huecos a las 4 de la tarde. El mismo viento corre, es el mismo olor de nuevo, la misma luz, el mismo árbol, el mismo silencio. Antes de darme a la búsqueda infructuosa del nido abejorro, observo ofuscada como los bichos escarban diligentes siempre en el mismo lugar, como si supieran dónde dejaron el hueco la última vez, como si tuviesen nariz y pudiesen oler como los perros el lugar en el que esconden su comida, si es que es comida lo que esconden. Es el mismo sonido de aleteo de alas de insecto que escuché toda la vida. ¿A dónde van los abejorros verdes? ¿Por qué quiero saber adónde van? ¿Por qué insisten en escarbar en el mismo lugar? ¿Son hembras o son machos? Me rehúso a llamarlas de abejorras y cuando entran en el hueco pongo una piedra en la salida y luego mi oreja encima para escucharlos cuando pretenden salir. Me muero de risa. 

También me veo encaramada en la ventana de mi cuarto, que da al patio. Como nunca tuvo cortina, el árbol hace sombra en las noches iluminadas, que son casi todas. Como vivimos en el desierto, o al lado del desierto, que es prácticamente lo mismo, siempre hay viento nocturno y el árbol se mueve sin parar. No miro la ventana nunca cuándo voy a dormir, le tengo miedo. En el verano, que solo se diferencia con el invierno porque llueve, salen los jañapes, que se parecen a las lagartijas pero no son lagartijas. Tienen la piel más suave, y son grises y mucho más feos. Escapan siempre ágiles y yo me trepo a la ventana con matamoscas en mano, para perseguirlos hasta dónde me alcance la altura. Les corto la cola. Dicen que les vuelve a crecer. Después me bajo de la ventana de un salto. 

A los pájaros los respeto y los dejo en paz. No los quiero porque están verdes, dijo el zorro. 

Cuando me recuerdo niña buscando las lombrices rojas, matando de asfixia a los abejorros verdes y cortándoles la cola a los jañapes del techo, siento otra vez el viento, el olor a tierra húmeda, la luz colándose por la copa del árbol, el frío del piso de cemento del corredor bajo mis pies, el silencio de las provincias sin autos de ese jueves de 1982 en el que yo no estaba en la casa. 

El día que Tiíta murió Padre la encontró sentada a la mesa del comedor, en el lugar en el que ponían mi sillita de comer. Yo, a 1000 kilómetros de distancia fui testigo del momento en la dimensión real y en la que no tiene nombre: ella empieza a abandonar el más acá en un vestido azul estampado de florecitas en tonos verdes y celestes y con botones adelante, es un modelito sesentero me dice Abuela, aunque a mi me parece un modelito del año del cometa, mientras Padre llega a la casa piurensis con su bolsa de viaje y su sombrero de paja, con las botas sucias y con olor a sol, abre la puerta de fierro y de vidrios catedral sostenidos por una masilla que se ha chorreado como manjarblanco por el calor y se sorprende al encontrarla sentada a la mesa. Ella ya está de viaje y él lo sabe, pero Padre no pensó que Ella pasaría por ahí. Allá, Él la ve con el pelo completamente blanco y recogido aunque acá yo no le veo ni un solo pelo. La encuentra morena como siempre y con toda la piel sana pero yo le veo el color de los enfermos. De mi lado ella tiene más heridas que nunca y aunque está con el mismo vestido de las fotos para toda la vida, no nos enseña sus brazos arrugados y flacos. Es india y pudorosa, ha nacido en 1900 y quiere irse dejándonos una mínima buena impresión. Padre la encuentra con los brazos cruzados y apoyados en la mesa. En la mesa no hay nada. La luz de las tres de la tarde entra por la ventana del frente, el día está fresco y sólo se escucha el tic-tac del único reloj que nos acompañó en nuestra vida. Padre la saluda. 

- Buenas tardes doña Amelia, qué es ese milagro! 
 - Hola Ernesto ¿sabías que ya tengo 82 años? 
- Noooooooo le creo... 
 - Si, hombre... ¿Me puedo quedar en la casa? 
- Pero claro... 

Padre se sacó las botas embarradas en la puerta y apenas terminó de entrar a la casa sonó el teléfono. 

 - ¿Hola? 
 - … 
 - Sí, ya se, pero no te preocupes, que me dijo que se iba a quedar en la casa. 

 (La casa en la que fui infinitamente feliz)

domingo, 11 de diciembre de 2011

Miro hacia arriba mientras camino

Amiga de la infancia y yo les cosíamos vestiditos a las muñecas. Mejor dicho, yo les cosía vestiditos a las muñecas y ella envolvía a las muñecas en retazos de tela. Ella tenía identificados todos los retazos: sabía cuál pieza era el traje de baño y cuál era la bermuda. Lograba en segundos hacer un nuevo outfit de diferentes colores combinando un retazo con otro. Yo al contrario de ella, que me costaba (y me sigue costando) ser existencialista (?) e identifico una cosa por su forma y no por su utilidad, me empecinaba en coser el vestidito. Ella mostraba una flexibilidad sin límites, era capaz de cambiar en el curso del tejido la función de la pieza. Si empezaba una cartera, terminaba un monedero, si empezaba una cartuchera, terminaba un cinturón. Y yo no terminaba nunca, porque como sufro de ambición, me embarcaba en proyectos largos y complicados, que podían durar el verano completo.

Ese sería el resumen de todas las cosas que emprendo: cocino comidas complicadas, elijo a Alemania como país anfitrión, me enamoro de Turistão (?), intento hacer florecer cactus, tiendo la cama sábana/sábana/colcha/cubrecama, intento hacer llegar siempre mi Herzfrequenz un poco más allá y tejo cosas que demoran años en ser acabadas. Por eso he venido a cumplir mi promesa de hace varios meses (!) y dejar un compendio de mi producción tejeril de los últimos tiempos.

Vamos directo al grano:

La primera cosa que tejí hace más de un año ya, fue un chal triangular en crochet. Me salió divinísimo, modestia aparte. La idea era llegar a usarlo en la primavera del año pasado, pero como me demoro siempre dos millones de años, lo terminé en el otoño del año pasado y solo lo pude usar en esta primavera. Muchos halagos recibí por tamaña belleza. El material es algodón puro mercerizado, tiene una textura muy suave y la caída de la pieza es perfecta.

Al inicio de los tiempos :) El hilo lo compré por internet vía Fischer-Wolle (junto con otros materiales).

Unas semanas después.

Casi tres meses después

El detalle de la muestra
Así lo usé esta última primavera.


Después de haber convencido a Turistão de mis habilidades manuales, lo obligué a dejarme tejerle un kit invernal de gorrito y bufanda :P

A la mitad, con Turistão modelando en su camilla del hospital. A veces el chico se me descompone.

El último día de hospital ya lo tenía listo :)

Turistão luciendo el gran gorro, tiene la maña de estirárselos hasta la nuca (?), les quita todo el charme.

El kit invernal completo
Yo también uso el kit invernal de Turistão, ya que él no se pone la bufanda porque huele a oveja. Es 100% lana virgen no tratada.

Después me topé con Ravelry, la página en la que miles de aficionadas comparten sus modelos e instrucciones y así es como me animé a hacer el proyecto tejeril más complicado y largo de todos mis tiempos artesanales: un chal triangular de encaje (lace shawl). Lo empecé en febrero y lo acabé en junio. No tengo muchas fotos del proceso, ya que creía muy poco en la posibilidad de poder terminarlo algún día. Además que el inicio fue muy complicado y tuve que desarmar algunas veces. Lo uso igual que el primero.

Sepan disculpar la falta de elegancia de la foto, Turistão me ayudó a estirar el chal.
El triángulo tiene más o menos 130 cm de base y 50 o 60 cm de altura.
La parte superior se me arrugó un poco.

Cuando lo terminé, aún sin acomodarle el borde. El hilo es 100% algodón mercerizado, de los almacenes Karstadt.

Finalmente me pasé un día de junio por H&M y ví un cardigan azul de algodón por 25 euros que me pareció perfecto para el verano, muy clásico, sin laberintos que requieran de la creatividad para vestir a la moda, esa que a mi me falta. Me lo probé y me pareció un trapo vagabundo de malísima calidad, con pocas probabilidades de sobrevivir un segundo verano. Busqué algo similar en otras tiendas, pero como eran de viscosa, material que odio profundamente, decidí hacermelo yo solita. Ya se habrán imaginado que lo acabé al comenzar el otoño y no me lo pude poner hasta ahora. Aún no le cosí los botones, ni le hice los acabados. Este tejido me demoró más o menos cuatro meses. Es problema es que tejo erráticamente y por placer, osea más o menos cuando me da la gana. Como trabajo de 8 a 17 tiene que darme la gana a partir de las 19 horas o los fines de semana.

Como a tres o cuatro semanas de haber empezado.

Por atroya. Como es un tejido circular que empieza en el cuello, no tiene costuras (las mangas también se "sacan"). Se notan mucho los aumentos en la parte de la espalda pero espero que cuando lo lave se arregle.

Cuando sólo faltaba una manga y sólo quedaban 100 gramos de hilo. Gasté medio kilo de hilo en el cardigan. El hilo lo compré en Karstadt, todo salió por 17.5 euros y yo disfruté como chancha. Las agujas son número 2.5 como todo lo que está presentado en este post y el modelo es de mi propia inspiración.

El resultado. El cardigan tiene todos los bordes (cuello, mangas, basta y las bandas de los ojales y botones) "enrolladitos", pues quería que fuese algo muy casual. Me gusta como quedó, pero no tengo foto. Les cuento el próximo verano!


Ahora pretendo tejer un sueter con muestra de trenzas y experimentar con mi telar artesanal. Pero los resultados los presentaré en algunos meses.

O antes, nunca se sabe.

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Para amenizar la vuelta les dejo un video hermoso que hicieron los antepasados de Turistão para agradecer por la ayuda recibida después del tsunami en Japón.




Ue o muite aruko!

martes, 16 de agosto de 2011

El rábano por las hojas

Paso a catarsear.

Hace siete meses que soy empleada de nuevo, situación que ya dije me alegra mucho, por haber encontrado por fin, en medio de mi profesión, un pequeño espacio en el que me siento bien. Voy a trabajar contenta, regreso de trabajar contenta. Es una sensación que experimenté en Lima en contadas ocasiones, donde sentía que la vida era la misma y sin perspectivas de cambio, sin embargo, acepto sin mezquindad que sobreviví gracias a esos trabajos que realicé con toda la calidad que me fue posible brindar.

Me sitúo en el contexto que me impulsa a escribir este post catárquico: yo mujer sudamericana, ingeniera de una sociedad machista a rabiar, a los 22 años el primer título universitario, 5 años de experiencia profesional en diversos países sudamericanos en consultoras peruanas e internacionales (ja), a los 30 una maestría en Alemania y en alemán, una casa y 12 cactus (ja). Esa soy yo. Ninguna Berufseinsteigerin, persona que consiguió todo a punta de esfuerzo y se siente orgullosa en la medida que corresponde, que más bien aprendió a golpes y a porrazos cómo comportarse y relacionarse laboralmente, con los pies bien en el suelo, que sabe que nadie es indispensable pero también que nadie es reemplazable. Y si no fuera todo eso que si soy, vale en las mismas proporciones todo lo que viene a continuación.

El problema: una colega “emancipada”. Ella 30 años, acaba de salir de la universidad, su único estudio, en su primer trabajo (entró tres meses antes que mua) siente que ha logrado la gloria celestial, apenas gana sus primeros suelditos, no pisó afuera de Europa ni una sola vez, a lo mucho puede hablar alemán, muy desubicada, habla por teléfono todo el día, es bullosa y muy chinchosa. Turistão la ha apodado Gesinão en honor a su ex-colega del mismo nombre, de similares características y a quien tuvo que aguantar durante dos largos años y medio de sufrido Mitarbeit.

Respiro profundo y prosigo.

Capítulo primero:

Son los primeros días de trabajo, yo estoy llena de energía y todavía no han habido roces por situaciones laborales. Estoy desarrollando mi primer proyecto, tengo mucho para hacer, necesito coordinar cosas por teléfono a pedido del jefe. Yo odio telefonear en alemán pues me pongo nerviosa y siempre corro el riesgo de no entenderlo todo o conjugar mal los verbos. Quiero hacer la llamada pero no se como se consigue línea:

Mariam: Gesinão, me dices por favor cómo hago para llamar afuera?
Gesinão: ehhh, also... private Anrufe versuche ich von meinem Handy zu machen -si claro, pendeja, ándate a la puta que te parió que me estás enseñando una novedad...-
Mariam: no es un tema privado
Gesinão-quedando-muy-mal-en-medio-de-la-sala: aaah, tienes que presionar cincocincocincosincorriente.
Mariam: gracias

Se la paso y continúo siendo feliz.


Capítulo segundo:

Mis colegas alemanes son una horda enfurecida tomadora de café en cantidades industriales. El café se acabó en el cuarto piso, y baja a nuestro piso (el tercero) un colega y pregunta a Gesinão-conozco-como-funciona-todo-en-esta-empresa si sabe porque no hay café en su piso (?). Pareciera que Gesinão siente un placer inmenso cuando la gente le pregunta dónde se consigue papel higiénico, donde está la aspiradora, cuándo vienen a reponer el agua, cuál es el número del tipo que compone la impresora o cuál es el Durchwahl de Fulaner o Menganer, ya que como telefonea todo el día, se sabe todos los anexos de memoria:

Primer acto:

Pelao: Gesinão, das heilige Getränk café se ha acabado en nuestro piso! Y no encontramos más! ¿Sabes qué ha pasado?
Gesinão-siempre-hilfsbereit: eeeh, no, pero en el segundo piso hay café en la despensa que está a la lado de la cocina que está al frente de la secretaría, abajo de las servilletas de papel de color rosado que están a encima del jabón de manos...
Pelao: ah ok!, gracias -le guiña el ojo, evita la fatiga y se dirige raudamente al cuarto piso-
Gesinão: er ist wieder hochgegangen! -alemanamente indignada-
Silencio fatigoso en la sala.
Gesinão: no entiendo eso, le dije donde estaba el café y se fue de nuevo arriba!
Silencio abrumador en la sala y Gesinão maldiciendo porque Pelao no recogió el café abajo.

Al rato el segundo acto.

Otra colega baja diligente a nuestro piso y se dirige directamente a la secretaria del pueblo:

Colega-desconocida: Gesinão, no hay café arriba! - Dios nos acuda porque el café se acabó...-
Gesinão-arrancándose-las-vestiduras-con-las-muelas: yo la le dije a Pelao que el café está en la despensa que está a la lado de la cocina que está al frente de la secretaría, abajo de las servilletas de papel de color rosado que están a encima del jabón de manos... pero se fue de nuevo arriba, das verstehe ich nicht!
Colega-desconocida: ah ok, danke! - y se dirige presurosa también arriba-
Gesinão: no entiendo eso, todos dejan el trabajo para que lo hagan los otros!
Bienvenida al mundo de la nicht-Gesinidad.


Capítulo tercero:

Mariam: carajo se puso a llover, y no tengo paraguas!
Gesinão: eeeh, bei Rossmann gibt es ganz billig...
Mariam: bis morgen! -ignorándola lo menos que pude, ya que he llegado ayer y no se dónde venden paraguas-
Ojalá que cuando salgas llueva ácido y tu paraguas de Rossmann se derrita.

Capítulo final, el motivo de este post:

Yo, Mariam, ser saludable por excelencia (?) y decisión propia (??), hago deporte en un gimnasio local, por el que tengo que pagar una suma justa de euros. Cuándo recién empecé a trabajar, Gesinão-meto-mi-narizota-en-todo me preguntó, que dónde me iba con la mochila. Podría haber dicho a la mierda, maldita chismosa, no es tu problema, no te importa, no te metas, pero como soy nett, dije que me iba a hacer deporte. Ahí vinieron las preguntas complementarias de rigor, que dónde es que hago deporte, que qué hago, que cuánto me cuesta (infaltable). Y yo podría haber mentido, pero como soy nett o intento serlo al menos por el tiempo en el que duran las buenas relaciones, dije la verdad.

Ahí Gesinão dijo que ella también iba a un gimnasio, porque los alemanes tienen un espíritu de competencia sin límites o de desacreditación de lo que uno hace si ellos no lo hacen o no lo pueden hacer, y agregó la nota financiera a su comentario: que su gimnasio era mucho más barato que el mío. Ah, bueno, dije, a mí me gusta el que tengo y por eso voy ahí hace tres años y medio. Chúpate esa pendejita y ándate a la mierda de paso y no me jodas, tacaña-que-vas-a-un-gimnasio-donde-se-tiene-que-pagar-para-usar-la-ducha, agggh. Al tiempo; digamos; unos dos meses después, nos cuenta nuestra célebre y bien ponderada Gesinão con cara emponzoñada y muchos puntos en contra que no tiene más ganas de ir a su gimnasio y que se iba a meter al mío y se justificó diciendo que era un schönes Ambiente y siempre limpio y con un programa muy variado y blablabla. ¿Perdón? ¿Te cansaste de pagar para usar la ducha? Y yo por la madre que la parió, y ahora cómo fuck me la saco de encima, seguro va a querer ir junto! Agregó que eso solo iba a poder ser en Agosto porque ella estaba en el otro todavía.

Llegó Agosto y contó que se había metido al gimnasio. Pero que se había metido al Club Platinum y que el contrato limitado que había hecho solo le permitía ir al local cerca de su casa. Yo estaba más feliz que lombriz en charco, ya que mi Studio es el del pueblo por el pueblo y para el pueblo (ja) y ella no iba a poder ir a ahí. Empezó a contar que la inscripción costaba 139 euros, que la mensualidad costaba 55 euros y no se cuántos euros más: datos elementales en una conversación alemana, porque aquí no pasan dos minutos sin que tus interlocutores teutones ya empiecen a hablar de plata. Pero el momento de la verdad llegó el jueves pasado a la hora del almuerzo, en medio de cinco alemanes, un griego, una francesa, y esta sudaca, su humilde servidora:

Gesinão: me inscribí en el club Platinum porque en el otro club entrenan diese türkischen Frauen a las que no soporto... -empezamos mal-
Silencio sepulcral en la mesa.
Gesinão: es que ellas tienen su forma de ser y han impuesto su forma en el gimnasio...
Silencio sepulcral continuado.
Mariam: mi gimnasio está lleno de turcas y todas son muy amables, no tenemos problemas...
Gesinão: es que no soporto ver como entrenan con sus velos...
Mariam: es un gimnasio mixto! los hombres no las pueden ver!
Silencio de todos los otros comensales-no-me-meto-en-problemas y Mariam impresionada.
Gesinão: pero estamos en Alemania!
Mariam: pero ellas no son alemanas! -a punto de tirarle una tarántula peluda y venenosa, que la muerda y la deje morir de convulsiones, echando baba por la boca mientras se asfixia lentamente y se pone verde-

Ahí colega-casado-con-sudamericana (!) abre su bocota, no se si para intentar mejorar la situación o para joderla de una buena vez:
Colega-contradictorio: yo tengo la misma situación con mi hija en el jardín de niños... -ah si? que te jodan con un pepino, pedazo de imbécil-
Gesinão: ¿dónde vives?
Colega-contradictorio: junto a la estación Sutanerstraße.
Gesinão: pero ahí está lleno de turcos, ¿por qué no te mudas? Tu hija merece un mejor lugar para vivir! -¿Qué? ¿Acaso estamos en 1939, vamos a ser deportados todos?. Por cierto, Gesinão debería colaborar con el nuevo alquiler-
Colega-contradictorio: si es que la mayoría de niños son turcos... -pero responde la pregunta idiota!-
Gesinão: ¿y las niñas van con velos?
Colega-contradictorio: algunas si...
Gesinão: tu hija no puede crecer viendo eso! -¿ah no? que te jodan con dos pepinos filha da puta-
Mariam-extranjeramente-indignada: ¿cómo puedes decir eso? ¿acaso es un problema que las niñas lleven velo?
Gesinão: inclusive hay algunas niñas que sirven (bedienen) a sus hermanitos hombres! -sí, ese es el problema louca barrida y emancipada-
Mariam-peruanamente-indignada-y-en-horrible-alemán: tú no puedes impedir que ellas vivan de su forma, ellas son musulmanas y tú puedes ayudar respetando y enseñándoles a los otros niños que eso no es errado, sino sólo diferente! -y ya casi muriendo, convulsionando como si a mi me hubiera mordido la tarántula peluda- ¿puedo saber cuál es tu opinión de los niños latinos? ¿que hacen los niños latinos, chinos, africanos que te disgusta?
Gesinão: estoy hablando de las turcas...
Mariam-mundialmente-indignada: si, pero son todas extranjeras y jamás se van a comportar como tú lo haces! -gracias al buen Dios-

Silencio sepulcral en la mesa, el resto de alemanes-no-digo-lo-que-pienso-en-voz-alta, quedaron mudos y Gesinão no continuó más.

Quedé afectada, impresionada, incomodada. Al día siguiente almorcé afuera. Y estos últimos días tengo que arreglármelas para seguir trabajando con Gesinão y con los otros verkleidete Gesinões.

Entonces, personas pacifistas del mundo, el que se sienta incluido es bienvenido, y el que no, con mucha pena, ¿cómo se hace uno cuando choca con situaciones muchas veces manejables en el momento, pero imposibles de procesar después? ¿cómo se hace cuando die Verarbeitung de las emociones y de las situaciones, para encontrar el mensaje positivo, aquello que te sirve para seguir adelante, o descartar el negativo, aquello que no te sirve pero tampoco te importa, no es realizable, porque no es posible? o ¿estoy exagerando?

Es absurdo e inútil hacerles entender a los alemanes quién es una. Ellos tienen en su cabeza lo que la escritora nigeriana Chimamanda Adichie llama “el peligro de una sola historia para definir a los pueblos, a los grupos y a las personas”.

Que si eres mujer sudamericana has venido a Alemania con un marido alemán, o has venido a conseguir un marido alemán y bailas como un trompo.
Que si eres turca musulmana estás desintegrada por andar con velo y sirves a tu marido y a tus hijos, y ahí agregan que no hablas alemán, aunque muchas jóvenes nacidas y crecidas aquí lo hablen.
Que si eres tailandesa, has llegado siendo una mercancía de un viejo jubilado que te compró para que seas su sirvienta en una de las vacaciones que hizo en las playas de tu país.
Que si eres caribeña o brasileña eres puta.
Que si eres iraní eres refugiada.
Que si eres africana, eres aparte de refugiada, analfabeta, y has pasado mucha hambre en la vida y tienes 14 hijos.

Y no es que todo eso que escribo siempre sea mentira, pero tampoco es siempre verdad.

Son incapaces de entender que las mujeres extranjeras (no sólo las sudamericanas, turcas, musulmanas) no son (todas) débiles, sin voluntad, ni fuerza para vivir dentro de, o para romper los límites que sus (a veces machistas) sociedades les han impuesto, que no (todas) son analfabetas y tienen 14 hijos cada una, y que (algunas) sí pueden (y con mucho más esfuerzo de todo el que el ellas han hecho en la vida) cruzar solas las fronteras sin resentimientos y con alegría y tienen además de esa inteligencia práctica y formación académica y cultural que a ellas (muchísimas veces) también les falta en una sociedad en la que dadas las condiciones de desarrollo no deberían faltarles a nadie, un corazón enorme. Hier, ein riesiges Fragezeichen (?). Ellas no entienden, que esas mujeres a pesar de tener todas las circunstancias exageradas, son (casi siempre) capaces de mantener su cualidad de mujer y seguir siendo delicadas, madres y esposas abnegadas y amadas, trabajadoras útiles y vor allem personas felices en la sociedad.

¿Cómo se hace para luchar con el prejuicio de una mujer contra otra mujer? ¿Cómo se hace para decirles “oye tu emancipación femenina te ha llevado a un lugar sin regreso, en tu opción no hay equilibrio”? ¿Por qué (muchas) no pueden incluir en ese movimiento de defensa de la mujer por la mujer, a aquellas mujeres que no se parecen o no quieren parecerse a ellas? Es una nacionalidad, un velo, un cabello planchado y unos aretes grandes y sobre todas las cosas de este mundo una actitud conciliadora (y no frontal y a la defensiva) un impedimento para ser mujer con valor? ¿Tenemos todas que cortarnos el cabello, engordar, salir peleando por el mundo, escupiendo por el piso, caminando como hombres y asumiendo que todo lo que hacemos es bueno y que si (con justicia) se dice que lo que hacemos no es (lo suficientemente) bueno es por machismo?

Yo se que generalizar no está bien, pero tampoco voy a desacreditar mi catarsis, también se que no todo alemán es bestia, y que no toda bestia es alemana, pero como se hace en estos casos para superar las diferencias culturales (¿o son mas bien errores culturales?), para sobrellevar la forma limitada de comprender los problemas del mundo de la gente (que si no es toda, es bastante, sic), de entender que también las otras mujeres musulmanas (con sus velos o sin ellos) son personas valiosas y felices, que el problema no es el velo y que no (sabemos si en verdad) hay un problema ¿cómo se hace para hacerles ver más allá de los límites del plato como ellos mismos lo dicen? A veces no consigo triturar la información y los temas me superan y hasta me deprimen.

Si una mujer está siendo oprimida, es ella misma quien debe reconocer la opresión como opresión. Si una mujer está siendo oprimida, uno debe ayudarla, hacer un esfuerzo por comprenderla y no ponerse en contra de ella y eso vale para todas las sociedades del mundo. Si una mujer se siente oprimida/esclavizada/humillada/desrespetada, también le corresponde a ella poner de su parte para liberarse de aquello que la oprime. Una revolución femenina empieza por una misma, pero no puede tener éxito si los demás, en especial las otras mujeres, sobretodo las ya “emancipadas”, te dan la espalda. Las niñas oprimidas, tienen madres también oprimidas, y es obligación de la sociedad ayudarlas. Pero no siempre todas las mujeres están sintiéndose vejadas, y no es el concepto externo el que cuenta, sino el de ellas propio. Eso se llama respeto.

Yo celebro en una fiesta patronal porque Gesinão abrió su bocota para expresarse. Lo que no celebro, ni respeto, ni un poco es lo que dijo.

¿Quién pelotas soy yo para decirles a ellas que se saquen el velo, que dejen de servir, si a ellas eso las hace felices? ¿Quién soy yo para suponer que su felicidad es falsa o que lo que creen y hacen es errado? ¿Quién soy yo para decirles que tienen que ser como yo? ¿Dónde quedo el ser humano con libre albedrío? ¿No es acaso el libre albedrío también un poco cultural?

Gente, basta de falsas virtuosas libertadoras y feministas que se llenan la boca con sufrimiento y el sudor ajenos!

¿Cómo se hace en este mundo para ser mujer sin adjetivos?


jueves, 9 de junio de 2011

Con esperanza y dignidad



¡FUJIMORI NUNCA MÁS!


(Primero muerta antes que emputecida)

miércoles, 25 de mayo de 2011

No hay amor sin espinas

Hace cuatro años estaba aterrizando en Alemania. Hace cuatro años me gritaron en el aeropuerto de Hannover por primera vez (porque después vendrían otras muchas veces) cuando no entendía como sacar los carritos para el equipaje. El policía alemán enorme, gordito, con aretito y muchos tatuajes asustadores me quería hacer comprender que con un euro podía retirar el maldito carro:

- WIS GUAN YURGHHHO!!!

Y yo por la puta madre ¿que me quiere decir este huevón con WIS GUAN YURGHHHO?

El problema era obviamente la th y r alemanas intentadas en inglés. Mi cerebro no traducía al español schlecht ausgesprochene englische Sätze.

El quería decirme with one euro. Pero al cojudo le salía WIS GUAN YURGHHHOOOO con amplitudes de sonido cada vez más y más elevadas, lo que me condujo a tomar la decisión casi inmediata (digamos unos 3 segundos después) de desistir de usar los carritos. Al final solo tenía una mochila de 20 kilos. 

Anda a ver lo que tengo ahora.

Eso se repetiría muchas veces después con sing en lugar de thing o somsing en lugar de something o nosing en vez de nothing o bersdei en vez de birthday.

Hoy, después de cuatro años tengo siete cactus de más o menos dos años y medio de edad, suficientemente creciditos. Uno floreció ayer por primera vez (uno de los capullos se abrió aparentemente por la mañana) después de haber invocado durante los dos años y medio a los orixás para mandarnos todo su axé lleno de poder floral.

A los cactus los miro casi casi todos los días, intento reconocer si tienen una espina más (?), un lóbulo más, un color diferente, cualquier señal de crecimiento. Uno es un pilosocereus azureus, dos son mammillarias de un tipo que no se decir, una es una opuntia monacantha monstruosa, otro una opuntia cristata, uno es un aloe juvena y el último es una crassula de un tipo que tampoco se identificar, pero creo que a las crassulas se le considera suculentas. Para mi son cactus todos.

En medio de la alegría por la floración de la mammillaria, y viendo que a la opuntia monacantha le están creciendo dos “ramitas” extrañas color verde claro o quien sabe sin son los capullos de los que pareciera van a salir las flores más exóticas de toda la galaxia conocida, Turistão me dijo desde el sofá, sin importarse un carajo de mis cactus (ni de toda mi otra flora casera bzw. minha mata atlántica) que me iba a dar de presente un libro sobre cactus.

Yo le dije:

- ¿sabías que la opuntia tiene su origen en Brasil? ¿Justo en Rio Grande do Sul?

- ¿en serio? -dijo- ¿y cómo han llegado hasta acá?

- pues en avión...

Ahí es cuando me di cuenta de lo importante que es en mi vida saber que los cactus SI tienen semillas.

- el pilosocereus azul también es brasileño -continué- del resto no estoy segura.

- yo también soy brasileño -me dijo, sin mirarme ni a mi ni a mis cactus

- seeeee...

- y también soy un cacto, negra

- ¿ah si?

- si mira, acá tengo mis espinhos -y se tocó la cabeza.

Me morí de amor.

Alemania sigue siendo la misma.

Pero yo ya no.

martes, 10 de mayo de 2011

Sufrir de ambición

-escrito el 15 de marzo del 2011-


Paso a catarsear.


Tengo vida nueva vida como Erwerbstätige. Contra todo pronóstico, estoy muy muy muy feliz. Estoy en la cima de la campana de Gauss y ahí me quiero quedar.


¿Ya dije que me pasan cosas raras? Miles de veces. No exagero: me hablan los viejos (al respecto puedo decir que Turistão cada vez que ve eine alte Dame dice que es mi mejor amiga), me quieren los niños (este es un punto a mi favor), me saludan los policías (esto supera cualquier compresión), me toca vivir con pipilépticos, misóginos o con Arbeitslosen. He nacido con el aura fallada y atraigo todas esas cosas hacia mi de forma ineludible. No hay precaución que tome que llegue a ser suficiente o eficaz. Destino que le llaman, patrón.


Yo quería vivir en Berlín.


.y

ahora

vivo

en

BERLÍN.


(aquí vendrían un montón de escarchitas, adornitos, un muñequito bailando)


¿Hay mejor cosa que eso?


Posiblemente haya.


Berlín es una ciudad muy loca, muy alternativa o mejor dicho con más lugares alternativos, y reventado de inmigrantes. Por eso el estilo alemán no se nota, es muy difuso, la ciudad es más sucia, los buses impuntuales, los trenes viejos, la gente es más pobre, más umweltbewusst dicen ellos mismos. Ya me había acostumbrado con Hamburgo, con la modernidad, las calles y los trenes limpios, los buses sin pintarrajear, un laguito cerca y con cisnes, un canal con botes desde mi balcón, chimarrão na sacada, velejar no Alster en verano (esto ya me estaba rompiendo un poco las que no tengo, porque levantarme los fines de semana temprano para ir a subirme a un bote y luchar con el viento me iba poniendo un poco de mal humor), mercadito biológico a la vuelta, Dat Backhus todos los domingos y New York Dinner con papas fritas con mayo cuando no había ganas de cocinar. Me aburguesé, yo, Mariam. Claro que recuerdo mi indiedad cuando el corazón se me pone chiquito al pasar por las vitrinas de Jungfernstieg y veo las chaquetas de 1000 euros o aretes de ámbar de 5000 euros.


¿Se necesita tanto encima de uno para alcanzar la paz interior?


Posiblemente se necesite.


Me siento mal cuando veo mujeres y hombres arreglados para sacar a pasear un perro chic. Mis comentarios no van contra la libertad personal de hacer con el exterior de uno lo que a uno le de la maldita gana, es sólo que cuando veo el consumo exagerado y futil, me siento muy muy muy mal. No puedo comprender, ahí es cuando tengo ganas de agarrar a todos los ricos, expropiarlos y usar la plata en algo necesario. Me dijo una vez una empleada nuestra mientras planchaba cuando yo le hablaba sobre los zapatos de He-Man que quería a toda costa (y que eran para niños):


- “qué cosa tan exterior niña! Felizmente yo no sufro de ambición.”


“Yo

no

sufro

de

ambición“


Me quedó grabado para siempre.


Es que uno se va olvidando que comía raspadilla de hielo industrial en saco de arroz con aserrín abajo de algarrobo y que iba a comprar gaseosa sin zapatos en pleno verano a las tres de la tarde y se quemaba las patas en las veredas calientes del barrio y que tuvo las rodillas raspadas hasta los 12 años. Lo recuerdo cuando miro las vitrinas de Jungfernstieg y me siento remal. Me convertí en un ser más producido (aquí hay que relativizar la producción a otros niveles que no tengo condiciones de definir), me hice nuevas cejas en Brasil (el día que me las hicieron me ardía hasta el cuero cabelludo, al día siguiente amaba profundamente al estilista y hoy día deseo su muerte en la horca) y ya no me acuerdo de mis épocas de bataclana.


Bueno, pero lo que quería contar era sobre mi nuevo y dulce y vorübergehender hogar.


Algo que me domina a mi es pensar (lo que hay que pensar), bajo mis patrones, lógico. Entonces para actuar como un ser inteligente, me conseguí solamente un cuarto en Berlín en una especie de WG mientras durase el período de prueba, que no es solo para el Arbeitgeber sino fundamentalmente para mi, para darme cuenta que es eso lo que sí quiero hacer por los próximos dos o tres años hasta que esté en condiciones de imponer un nuevo orden en Sudamérica y así matar dos pájaros de un tiro y no tirar la plata pagando dos departamentos, como fue la sugerencia de Turistão, sino gastarla en otras cosas, por ejemplo en un Webstuhl. Al final la plata es polvo. Pero de plata se vive, desgraciadamente, y hay que salir a ganársela.


"Ganarse

la

vida"


Algunos no sufren la dificultad de ganarse la vida.


Pero tampoco disfrutan el sentimiento del sobreviviente: placer puro.


Cuando estaba buscando el cuarto en Berlín visité a cuatro personas: un gay Geschäftsführer que trabaja con cines, una Arbeitslose fumadora, una organizadora de exposiciones en museo y una mujer que dijo trabajar con películas para niños. Puro artista meu Deus do céu.


El Geschäftsführer de cines (¿da plata eso?) me cayó rebien, tomamos té, hablamos de la vida y de los milagros, de su novio, de su infancia, de Berlín. La vivienda estaba bonita pero mucho minimalismo y modernidad para mi estilo sudamericano casa-llena-de-Kram. Lo que no me gustó fue la cama y el gato Paulito (alias Paulie) que vive ahí. Me llevo mal con los pelos de gato, no con los gatos en si mismos, así que tuve que inventarme una excusa y decirle que ich habe mich für eine andere Lösung entschieden y viel Glück y leb wohl.


Siguiente.


La Arbeitslose-fumadora-ex-bailarina-de-ballet (¿da plata eso?) era suiza o al menos eso me dijo, había sido casada con brasileño y de él le había quedado el corazón partío, el apellido y el primer hijo. Después se casó con un alemán que le dejó otro hijo y probablemente otras cosas, y ahora compartía su vida con un africano de un país que ya me olvidé, pero si uno le veía la pelucaza llena de dreds que se manejaba pensaba que era Bob Marley pero bien morado, a lo berenjena. Se autoproclamaron de multi-kultis.


Genial!


pero no me vengo a integrar al grupete, pensé. Los dos fumaban como locos -”pero sólo en la cocina”-, me dijo la mujer muy seria, “en el resto de la casa, no”. Si, Juana. En el día de la visita fumaron como desequilibrados delante de mi que soy la activista number one del antitabaquismo -no así del porro- y me dejaron asfixiándome lo que duró la entrevista. La casa era vieja, el barrio feo. Primero comenzó ofreciendo el cuarto por 350 mangos, luego lo bajó a 320, después dijo a 300 cuando fuera primavera y la calefacción estuviese apagada (!!!). Me dijo que ella lavaba la ropa de todos junta para ahorrar agua (!!!). No hay nada peor que vivir con gente estresada por las cuentas que no puede pagar y que se consigue un inquilino para amainar sus carencias. Entonces salí huyendo de ahí. Ni siquiera me tomé el trabajo de decir que no, porque la desesperación de la mujer era tanta, que ella misma me llamó para preguntar cómo me había decidido.


Siguiente.


Me tocó la visita con la mujer de 40, organizadora de exposiciones en museos (¿da plata eso?). El problema fue que odié todo su hermoso ser a primera vista y entendí como siendo tan bonita estaba sola como el Chavo cuando todos se fueron a Acapulco.


Siguiente.


Finalmente visité la última mujer de 45 años. Me dijo que trabajaba con películas para niños (¿da plata eso?) y que su hijo en edad escolar estaba haciendo un intercambio en tierras australianas. La casa era bonita, limpia, un poco pequeña, el cuarto tenía un piano, una hamaca y una palmera, casi casi una playa en el Atlántico. Iba a poder decir “ich wohne unter Palmen”. Como la ubicación era ideal porque no quedaba lejos del trabajo y así podría dormir hasta las 7 todos los días paré ahí: Kreuzberg, un lugar alternativo. Me decidí por ese lugar primero porque parecía todo normal y porque no tenía más ganas de seguir buscando.


Lo que me parecía bastante raro era poner en alquiler el cuarto del hijo de uno, yo no lo haría nunca, pero como los alemanes se comportan un poco distinto con el ahorro y se relacionan de una manera diferente con el dinero, no lo seguí cuestionando.


Al final resultó que esta mujer también era Arbeitslose, pero lo concluí mucho después. Con lo que se confirma que si de cuatro desconocidos elegidos completamente al azar, dos son Arbeitslose entonces la tasa de gente desempleada en Berlín es definitivamente alta. El tema es que en la entrevista te preguntan de todo, para tasarte, y uno le cuenta a la persona que considera un ser con éxito normal en la vida su verdad que podría llegar a ser interpretada de la siguiente manera: “ah, soy sudaca, he estudiado esto, luego aquello, trabajé aquí, luego allá, luego tuve ganas de irme a Europa y postulé a una beca, me la dieron, hice una maestría, me pasé tres años y medio muy felices y estoy buscando el cuarto ahora porque luego me voy far away from here a cerrar con broche de oro mis vacaciones eternas y regreso recién a fines de enero para comenzar a trabajar en Berlín y ganar muy probablemente más que tú”. Fue una historia cruel de tercermundista que antes iba a comprar gaseosa sin zapatos y se quemaba las patas y ahora extraña la Segelschule del Alster. El problema en Alemania es que es una sociedad que privilegia mucho die Leistung. No se cómo explicarlo, pero uno debe mostrar que logra cosas, sobretodo en el ámbito profesional, que al menos eres selbstständig, sino, me da la impresión que no eres nadie, que no impresionas, y si te sientes así, pues no sales publicándolo, muy normal.


Aquí no existe el “jodido pero contento”.


No me dijo una palabra de que vivía de la seguridad social. Ni me explicó porque no me iba a hacer contrato, lo cual me pareció bastante razonable, ya que si no te llevas bien con la persona simplemente agarras tus chivas y te largas. Después me dijo que le pagara solamente en efectivo y se negó rotundamente a darme su número de cuenta y tampoco quiso darme recibos. Osea que no podía dejar pistas. Y su aviso estaba en una inmobiliaria privada.


Yo Juana.


Me la hicieron. Yo que quería huir del estrés que produce una mala economía, caí en la trampa de ser tu amigo, caí en la trampa de en ti confiar...


Pero la historia va más allá de todos los límites de la dignidad.

El día que me mudé me dijo que iba a trabajar hasta las 3 pm, y que llegara después para poder darme la llave. Pero no trabaja y le avergüenza y yo siento pena. A veces dice que debe estar a tal hora “im Büro”. Yo le llamo el Büro imaginario. La primera semana se levantaba antes que yo todos los días, se vestía y se iba al Büro imaginario. Pero volvía rápido a casa. Lleva una vida extraña, a veces viene su(s) novio(s) a dormir (lo(s) mete bien tarde en la noche y lo(s) saca bien temprano en la mañana), nunca le(s) he visto la cara. Creo que es(son) un(os) chiquillo(s). Desaparece muchas noches, sin plan determinado, llega temprano en la mañana o no llega dos o tres días. No come ordentlich, o mejor dicho, no come. Tuvo un marido alcohólico y por eso lo dejó. Esa historia la reveló ella misma. Osea que tuvo un pasado malo y ahora anda por la vida con un futuro incierto. Me pone triste todo eso. Sobretodo el esfuerzo enorme que debe ser para ella mantener la careta y fingir.


Yo estoy contenta, porque a pesar de que la carrera que elegí no me gusta mucho, tuve la oportunidad de encontrar un pequeño espacio en el que por fin que me siento bien en medio de esa profesión. Me siento triste por ella y por todos los que solo pueden vivir el día. También estoy triste porque pienso que en este mundo sólo la técnica paga. El resto sobrevive bastante mal. Esas son las conclusiones a las que he llegado después de mucho trote.


Después de un tiempo de estar en Alemania confirmé mi verdadera vocación, una que siempre conocí y disfruté pero que en Perú no tiene nombre: Textilgestalterin im Handwerk. Eso en español se diría “artesana tejedora”.


¿da plata eso?


No, no da un carajo.


Así que para hacer algo al respecto, decidí crearme otro blog para exponer mis trabajos con hilos, telas y la combinación que resulta de ellos. Quizá pueda llegar más allá con esta idea. Me parece que puedo desarrollar conceptos de material y forma. Eso no me sucede para nada con los trapos prefabricados que veo en las tiendas. Me fascinan los libros con tejidos históricos y las nuevas técnicas. Ya tengo unos 10 kilos de material, varios trabajos terminados y algunos empezados.


Si al final en la red hay millones de personas tejiendo como locas y publicando todo lo que tejen


¿por qué yo no?


Al final yo también hubiera tenido que alquilar la habitación de mi hijo.

Pero sufro de ambición.